Dulcinea del Toboso, el gran amor de Don Quijote, es considerada la personificación del ideal de amor más conseguida de toda la historia de la literatura.
Y no es para menos, ya
que durante toda la obra, Don Quijote es ciegamente fiel a su doncella
Dulcinea, a pesar de no llegar a verla en persona. Este deseo de Don Quijote
está muy logrado debido a que Cervantes recurre a la repetición del amor ideal
cada vez que el hidalgo va a realizar algún acto heroico o simplemente cuando
la recuerda. Esto, nos hace sentir y magnificar el sentimiento que siente hacia
su amada Dulcinea.
La forma de amar de
Alonso Quijano es la que desearían todas las personas tanto de su época como de
la nuestra. Una persona que comete heroicidades en nombre de su amor, que jura
fidelidad a esta, que no pierde la esperanza de verla algún día...
Pero en mi opinión, esta
forma de querer a alguien se ha visto distorsionada con el tiempo, como por
ejemplo, en las novelas amororsas actuales donde consideran el amor como algo más
dirigido al enamorarse, casarse y tener hijos; pero sin llegar a conseguir este
deseo de don Quijote ante una persona. Algo que no comparto, ya que casarse o
tener hijos no implica felicidad, es más, cuando la propia sociedad es la que “fuerza”
o impulsa a muchas parejas a casarse por el simple hecho de ser como el resto o
de demostrar que se aman, es cuando pienso que se llega al punto más bajo del
amor, porque cuando algo se hace en vista a ser igual que los demás o a seguir
el rebaño, es donde empiezan los conflictos.
En cuanto al aspecto
social o “real”, no logro imaginar un Quijote y una Dulcinea en esta época, creo
que trataría de un amor muy superficial donde ninguno de los dos realmente se
detiene a observar la personalidad de cada uno y donde los cánones de belleza
están elevados a la la máxima perfección imaginable, lo que en ocasiones nos
lleva a obsesionarnos con nuestra propia imagen (botox, cirugía facial...).
Pero el problema
llega, cuando nos planteamos: “¿Donde estará el final de todo esto, si es que
lo hay?”, “¿llegará el día en el que nos preocupemos menos por nuestra
apariencia y empecemos a amar realmente a alguien?”...
Yo no sé las
respuestas a estas preguntas, pero tampoco quiero saberlas, porque tengo ya
aceptado que amores como Quijote con Dulcinea existirán pocos y que la sociedad
seguirá con su superficialidad.
Por último, a la hora
de elegir el amor, tanto como si es para la vida o para un relato de ficción,
ni fijarse totalmente en la superficie está bien, ni perseguir molinos pensando
que son gigantes en el nombre de tu amada...
Rafael Roman
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