26 de mayo de 2016

YA TENEMOS GANADORES....

CONCURSO LITERARIO 2015-2016

LA HISTORIA JAMÁS CONTADA DE...

1º CICLO ESO

1º PREMIO..........................DESIERTO

2º PREMIO: RAÚL GUIJO ROBLES: 2º ESO A

El Hobbit: el final de Bilbo Bolsón

3º PREMIO...........................DESIERTO


2º CICLO ESO Y POSTOBLIGATORIA

1º PREMIO: NATALIA ZURITA MICHALSKA: 
1º BACHILLERATO DE CIENCIAS

La historia jamás contada de Tate Langdon
 
2º PREMIO: MARÍA JOSÉ BALSERA: 3º ESO C

El cumpleaños de Pinocho

3º PREMIO..........................DESIERTO


La entrega de los premios tendrá lugar el viernes 27 de mayo durante el recreo en la biblioteca del centro.  

¡Enhorabuena a los ganadores! ¡Gracias a todos por participar!


Aquí os dejamos los relatos ganadores: 



La historia jamás contada de Tate Langdon:
Muchas personas me conocen por: ''El chico que asesinó a los compañeros de su instituto'', o simplemente me conocen por una de mis famosas frases: ''Normal people scare me'' (la gente normal me asusta), y otras personas simplemente no me conocen, así que haré una breve introducción.
Con 16 años me armé con cuchillos, pistolas, y escopetas; y tras matar a mi padrastro, me dirigí a mi instituto y le arrebaté la vida a... ¿Quince? ¿Dieciséis personas? No lo sé, hace ya mucho de aquello.
Cuando estás muerto todo te da un poco igual. No tienes que vivir todos los días como si fuera el último; nunca lo es.
Y sí, muerto.
Tras cometer todos esos homicidios, los SWAT vinieron a mi casa. Cuando entraron en mi habitación me encontraron con la mirada perdida, y sin inmutarme, saqué la pistola dispuesto a disparar contra ellos. ¿Problema? Ellos fueron más rápidos.
Por aquel entonces matar me daba la vida, y en ese momento me la quitó. Curioso, ¿verdad?
La gente que me conoce cree que sabe el motivo de por qué hice aquello, y la verdad de la frase de: ''Normal people scare me'', pero lo cierto es que no.
Todo el mundo sabe la historia de que mis padres se divorciaron, y eso me llevó a una depresión que me impulsó a hacer todo aquello.
Pero no, no fue tan simple.
Yo no era un adolescente depresivo que derivó a asesino; yo era un adolescente depresivo que derivó a psicópata.
Ni es lo mismo, ni todo fue por la separación de mis padres.
Un asesino no tiene ninguna enfermedad mental, en cambio un psicópata sí.
Un psicópata es incapaz de empatizar, y yo llegué a ese punto.
Aún recuerdo como el primer día que fue lo que me hizo llegar a ese extremo…
Así que, aquí tenéis mi historia jamás contada:    
  - Papá, ¿dónde está mamá?
Era la primera vez que me atrevía a preguntar eso, pero esa cuestión llevaba ya un tiempo en mi cabeza.
En el colegio hablaban siempre de ''papá y mamá'', y yo nunca supe que contestar cuando me preguntaban acerca de ella, porque realmente no sabía por qué no tenía.
Pero él, como de costumbre, no respondió a mi pregunta y se quedó mirando a un punto fijo. Lo que me extrañó es que finalizara con una extraña sonrisa. Él no solía sonreír.
 - Papá...
Le tiré levemente del pantalón para llamar su atención. Sabía que le molestaba que lo hiciese, pero era la única forma de que me contestara algo.
 - ¡Tate, te he dicho miles de veces que no hagas eso!
Apartó mi pequeña mano de un manotazo. Yo simplemente gimoteé, pero no me daría por vencido, quería saber la respuesta.
 - Pero papá... ¿dónde está mamá?
 - Muerta.
Me quedé en silencio durante unos segundos. Con esa edad aún no entendía muy bien que era eso de la muerte. Solo había escuchado por comentarios sueltos de gente y en el colegio que cuando las personas se mueren, van al cielo.
 - ¿Mamá está en el cielo?
 - No, las malas personas no van al cielo. -se agachó para quedar a mi altura y me miró a los ojos.- Tu madre era mala. Quería que yo no pudiera cuidar de ti, quería encerrarme. ¡Decía que estaba loco!
Con cuatro años no sabía diferenciar una persona loca de otra normal, pero hoy en día sé que de los dos, ella no es la que se merecía morir, aún sin conocerla.
 - ¿Por qué se murió mamá?
Pude notar en su rostro que le empezaban a molestar mis preguntas.
 - Ella tenía que morir. Ellos me lo dijeron, y ellos nunca se equivocan.
 - ¿Quiénes son ellos, papá?
 - Ellos. Pero ellos no podían matarle, así que tuve que hacerlo yo. -volvió a sonreír de la misma manera que antes.- Pero fue por algo bueno. Ahora somos felices, cariño.
Al finalizar la frase me cogió por los hombros en señal de afecto, pero me estaba haciendo daño. Siempre apretaba demasiado.
Por aquel entonces pensaba que mi padre era bueno, que se deshizo de ella simplemente por mi bien, pero no. No fue así. Mi padre no estaba cuerdo.
 - Pero... mis amigos se ríen de mí. Dicen que no tengo mamá, y que ellos sí que tienen.
Me miró a los ojos por unos segundos, en silencio, y volvió a sonreír extrañamente.
 - Tranquilo, mañana todo irá bien.
Besó mi frente y, tras decir eso, me ordenó que me acostase. Nunca me daba las buenas noches en la cama, al igual que tampoco me acompañaba a mi habitación. Decía que ellos no querían, que tenía que aprender yo solo.
Hoy en día sé que padecía esquizofrenia, y por eso escuchaba y veía a gente que yo no podía. “Ellos” solo existían en su cabeza.
Cuando me desperté al día siguiente todo fue normal, como todas las mañana. Pero hubo algo que me inquietó: mi padre se vistió con traje de chaqueta, cosa que nunca le vi hacer.
Normalmente siempre iba vestido con camisetas viejas y estropeadas y pantalones vaqueros gastados, así que verle así vestido, llamó mi atención.
 - Papá, ¿por qué te vistes así? -pregunté mientras comía mi tazón de cereales.
 - Hoy es un día muy importante, pequeño.
 - ¿Por qué?
 - Tate, ¿no crees que has hecho suficientes preguntas?
Decidí no preguntar más. Sabía que muchas preguntas le incomodaban y ya ayer había hecho demasiadas. Lo último que quería era hacerle enfadar.
Después de desayunar, nos montamos en el coche para dirigirnos al colegio. Como de costumbre no cruzamos ni una palabra durante el trayecto.
Aparcó donde siempre y me bajé con mi pequeña mochila a mis espaldas.
No solía acompañarme hasta la puerta del centro, ya que según me había dicho, no le caían bien los demás padres. Pero aquel día me acompañó, cosa que llamó mi atención.
 - A ver, a ver, a ver. -habló en voz alta, una vez había llegado al lugar en el que se encontraban los demás padres.- Soy el papá de Tate, Tate Langdon. -tenía una sonrisa que a primera vista parecía encantadora, pero yo sabía que no lo era.- Me ha comentado que alguno de estos niños, -miró hacia abajo donde estaban ellos junto a sus padres.- se han reído de él porque no tiene madre.
Todas las personas que estaban allí presente prestaban atención a cada una de sus palabras, pero no decían nada.
- Si esos niños solo hubieran tenido a su padre, -prosiguió.- os aseguro que nada de esto hubiera ocurrido. Las mujeres sois malas. Pensáis que podéis controlarnos, pero no es así. Solo queréis apartar a vuestros hijos de sus padres.
Observé como algunos niños se colocaron detrás de sus madres, como si supieran lo que estaba a punto de pasar.
 - Pero tranquilos; eso no va a ocurrir.
A partir de ahí lo recuerdo todo como si de una película a cámara lenta se tratase. Sacó una pistola de su bolsillo y disparó contra una de las madres que se encontraba allí, justo en la cabeza.
Sangre, gritos.
Otro disparo.
Sangre, llantos, gritos.
Acabó con la vida de todas las madres que había allí.
Sus maridos y los niños lloraban y gritaban. Estaban muy nerviosos, sin saber cómo reaccionar. Si intentaban algo contra mi padre, también acabaría con sus vidas.  
Yo simplemente me quedé con la mirada perdida entre tantos cuerpos sin vida, viendo como mi padre sonreía. Esa sonrisa que tanto he llegado a odiar, pero que hoy en día imito a la perfección.
Se agachó a mi altura, besó mi frente y me susurró la frase que jamás podré olvidar.
 - Tate, te juro que soy normal.
Y justo entonces apretó el gatillo con la pistola en el interior de su boca, cayendo desplomado al suelo.
Parte de su sangre me salpicó en la cara. Los que seguían vivos gritaban horrorizados, maldiciendo a mi padre, mientras que yo, por más que hiciera, no conseguía que me respondiera ni un solo músculo. No lloré, no grité, no me moví.
Lo siguiente que recuerdo es a un montón de policías haciéndome preguntas sobre todo lo que había ocurrido. En efecto, mi padre había sido calificado como psicópata y esquizofrénico.
Desde entonces, me pasaba los días hablando lo menos posible y con la mirada perdida continuamente. Tenía miedo y desconfiaba de todos. La única persona del mundo que se supone que tiene que quererte y protegerte, se había convertido en uno de los mayores psicópatas a nivel mundial.
Pero, por suerte o por desgracia, todo cambió.
Me adoptaron. Es difícil que adopten a un chico de cuatro años, y más con la vida que tuve. Cuando alguien me quería adoptar, al leer mi historia siempre se echaban hacia atrás. Pero ellos, sin ninguna razón, lo hicieron.
Poco a poco pude volver a ser un niño normal.
La gente se fue olvidando de mi historia y yo intentaba dejarla apartada en mi cerebro. Volví a hablar y a confiar en el hombre que ahora llamaba papá.
Todo iba bien: mi padre tenía un buen trabajo, y mi madre cuidaba bien de mí; me sentía querido y protegido. Pero un día, como siempre pasa, las cosas empezaron a torcerse. Echaron a mi padre del trabajo, y las comodidades y la buena vida se acabaron.
Mi madre decidió divorciarse de él, y aquí fue donde caí en aquella gran depresión.
No entendía como mi madre podía tener la cara de divorciarse de él simplemente por el dinero. No le importaba mi felicidad, ni la de ella misma. Cuando consiguieron separarse, mi madre no me permitió verlo nunca más, y él, hasta lo que me han dejado saber, no hizo nada por intentarlo. Era como si definitivamente el destino no quisiese que tuviera padre, y perder a una figura paterna por segunda vez me chocó demasiado.
A los pocos meses conoció a un señor millonario y se casaron. Fue todo muy rápido. Mi madre quería aparentar que tenía una vida feliz, pero no era así. Nadie era feliz en esa casa.
Nunca consideré a ese señor mi padre. Nunca me dio buena espina. Intentaba comprarme con regalos, pero con 16 años yo ya tenía las cosas muy claras.
Poco a poco volví a dejar de hablar y a mantener la mirada perdida. Estaba volviendo a ser ese niño asustado que desconfiaba de todo el mundo.
Y de repente llegó. Mi último día como ser mortal.
Estaba escuchando música a través de unos auriculares. Me encantaba evadirme del mundo de esa forma. Todas las cosas malas dejaban de existir por unos instantes.
Pero la puerta abriéndose me interrumpió, lo que me dio mucha rabia, y más me molestó cuando vi de quién se trataba.
 - Hola, Tate. -me sonrió incómodamente.
 - ¿Qué quieres? Te he dicho miles de veces que no entres aquí.
 - Lo sé, perdona, solo quiero hablar contigo.
 - ¿Qué pasa ahora?
 - Verás... -se adentró en mi habitación y se sentó en el filo de mi cama.- Quiero que todo salga bien, y no pretendo que me veas como a tu padre, simplemente quiero que sepas que no estoy aquí para hacerte la vida peor, simplemente para hacer feliz a tu madre.
 - Ella no te quiere, ¿es qué no te das cuenta? Solo te quiere por tu estúpido dinero. Acéptalo. -era consciente de la dureza de mis palabras para él, pero eso me divertía.
Él suspiró pesadamente y cuando se iba a dar por vencido, decidió seguir la conversación e insistir. Si tan solo se hubiese ido en ese momento, quizás ahora todo sería diferente.
 - Tate, te juro que soy normal. No sé por qué…
Él siguió hablando y hablando, intentando convencerme de que era un buen tío, pero no pude escuchar más. Todo en mi cabeza comenzó a ser un caos. Volví a revivir todos aquellos momentos que me destrozaron la infancia, uno a uno. Como si me estuvieran enseñando fotograma a fotograma aquel día.
 "- Tranquilo, mañana todo irá bien."
"- Hoy es un día muy importante, pequeño."
"Sangre, llantos, gritos.''
- ¡Tú eres cómo él! -grité, totalmente fuera de mí.
Me levanté con furia y lo siguiente que recuerdo son sus gritos suplicándome que no le quitara la vida, pero obviamente no fue así.
Después me acordé de todos esos niños que en el colegio se reían de mí por no tener madre. Si ellos no se hubieran reído, nada hubiera ocurrido. Así que me hice con un montón de armas y… bueno, ya sabéis el resto.
Jamás me importó el daño que pude ocasionarle a mi madre o a mi padrastro por haberle asesinado. Tampoco me importaron las familias destrozadas por haber matado a mis compañeros del instituto. Es más, me producía cierta satisfacción. Eso es ser un psicópata.
Así que, sí, por eso digo la frase de ''Normal people scare me'', porque, realmente, si la gente normal es así, la gente normal me asusta.
Espero que haberme abierto en canal para que veáis todas mis miserias sirva de algo, y que antes de querer conocer a alguien, os lo penséis. Quizás os arrepintáis.







El Hobbit: El final de Bilbo Bolsón
Tras cumplir su centésimodécimoprimer cumpleaños, Bilbo Bolsón, el famoso Hobbit que obtuvo uno de los 20 poderosos anillos en el interior de una montaña, desapareció por segunda ocasión, esta vez sin un aparente regreso. Los demás hobbits curioseaban en su casa, en busca del oro que trajo en su primera aventura, una fortuna que le duró a Bilbo muchísimos años.
Frodo, su heredero, no sabía cómo evitar a la muchedumbre amontonada en la puerta de la casa de Bilbo, curiosa y deseosa de llevarse parte del botín.
Tras colocarse el anillo, el cual le daba el poder de ser invisible mientras que este lo llevase puesto, el anciano y legendario Hobbit entró silenciosamente en su casa. El gentío que asistió a su fiesta de cumpleaños número ciento once se preguntaba que donde estaba, sin saber de la existencia del anillo.
Dentro de la casa, estaba Gandalf, el Gris, que tras una larga y dura conversación con Bilbo, consiguió que este se deshiciese del anillo y se lo dejase a Frodo junto una promesa, la protección de Gandalf a Frodo. El anciano Hobbit se despidió e Gandalf posiblemente por última vez en su longeva vida y se marchó  en la oscuridad de la noche, mientras la fiesta en su honor seguía.
El vino y los manjares abundaban en una enorme cantidad, pero lo que también abundaba era la preocupación de Frodo respecto a la vejez de su tío, ya era demasiado mayor, no tenía sentido que se fuese así porque sí.
Muchos, al cabo de muchos años, pensaron que escondían el famoso botín que consiguió en el viaje en el que acompañó a Thorin, heredero del trono de los enanos de la Montaña.
Ahora el verdadero deseo del viejo, aunque bien conservado Bilbo era ver las montañas, ver de nuevo los lugares que visitó con solo cincuenta años, poco para un Hobbit.
Deseaba con toda su alma ver la Montaña Solitaria y recordar cuando arriesgó su vida al hacerle frente a Smaug, el dragón que arrebató el gran tesoro de los enanos. Pero también deseaba el anillo, el Anillo Único, el que le arrebató a Gollum.
Gollum antes era un Hobbit llamado Sméagol, el día del cumpleaños de su hermano, Sméagol encontró el anillo en un río y se lo puso, siendo invisible a la vista a los demás. Sméagol se fue a la montaña y se metió en la oscura cueva donde Bilbo lo encontró con su ‘’tesoro’’.
Pero Bilbo resistió la tentación y siguió con su camino. Primer objetivo, la Montaña Solitaria, antaño, hogar de enanos y de Smaug durante un tiempo.
El anciano Hobbit se da cuenta de que pierde fuerzas, de estar en forma y sano, a sentirse cansado y dolorido. Pero descansaba y de paso seguía escribiendo su libro, un proyecto que lleva realizando desde antes de irse de Bolsón Cerrado.
Un par de meses pasaron para este Hobbit, el cual llega finalmente a la Montaña Solitaria.
Trágicamente, lo que antes eran unas bellas tierras, ahora son el lugar donde Sauron, el señor del Mal aguarda, espera el momento oportuno para tomar el control de la Tierra Media y hacerse con el anillo de Bilbo y Frodo. Bilbo, decide regresar sobre sus pasos de gran tamaño e ir a Rivendel, la ciudad élfica.
Descansando, escribiendo y volviendo a caminar, así avanzaba la leyenda Hobbit que cada vez más le pesaban los años ya ni parecía el mismo, las arrugas abundaban en su cara, pero no se rindió, sabía lo que en Rivendel le esperaba. Sabiduría, armonía y arte, perfecto para su libro.
-¡Alto! ¡¿Quién va?!-Preguntaba de una forma un tanto agresiva uno de los guardias
-Soy Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado, en Hobbiton
-¡Déjale pasar!-Ordenó una figura por detrás- Es de confianza, no va a hacer nada.
-¿Elrond eres tú?-Preguntaba dudoso Bilbo, la edad le había afectado un poco el oído.
- Sí-Afirmaba- ¿Qué hace un Hobbit aquí? Desde tu viaje a Erebor (la Montaña Solitaria) no hemos visto a ninguno. Mejor cambio de pregunta, ¿qué te trae por aquí?
-Quería hablar contigo a solas a poder ser, es muy importante.
-Claro, ¿por qué no?-Dijo Elrond echándole el brazo por detrás de la espalda a Bilbo.
Los dos anduvieron por los verdes y coloridos jardines de Rivendel, recorrieron también pasillos y pasillos hasta llegar a una habitación donde, tranquilamente, podían hablar solos.
-Y dime, ¿Qué es esa cosa TAN importante de la que querías hablarme?
-Verás… yo… no advertí a mi sobrino Frodo del maleficio que posee el anillo, de lo peligroso que puede llegar a ser. Temo qué le pueda pasar.
-¿Hay alguien que se lo pueda contar al chico?-Preguntó gravemente preocupado Elrond.
-Me temo que no mi señor Elrond-Se lamentó Bilbo
-¿Y Gandalf el Gris, no le dejaste a cargo del joven?
-Le dije que le cuidara durante mi ausencia. Confío en que Gandalf se lo contase y que Frodo tomas una decisión sobre el anillo. Ay, el anillo, recuerdo cuando jugueteaba con él en mi bolsillo. Jajaja-Reía Bilbo de una forma muy rara
-¿Bilbo Bolsón, que te pasa?
-Dadme mi tesoro. Mi tesoro. Me lo ha quitado. ¡MI TESORO!-Gritaba y maldecía como loco, de una forma muy similar a como Gollum lo hacía.
Estar cerca sesenta años en posesión del anillo les había trastornado, loco, deseoso del poder del anillo. Un anillo que solo Sauron, señor del Mal podía controlar, aunque él también se volvía loco al estar sin él.
Bilbo se calmó y pidió disculpas a Elrond el cual le perdonó. Elrond sabía que eso era normal en personas que tenían el anillo, él mismo tuvo presencia de la avaricia que se crea al tener el anillo.
Tres mil años atrás, el ejército élfico dirigido por Elrond y el ejército humano dirigido por Isildur, se enfrentaban en el Monte de Destino (donde el anillo fue creado y ha de ser destruido), enfrentando a las fuerzas de Sauron y a sus orcos. Fue una ardua batalla, cuando Isildur queda a merced de Sauron, Isildur le cortó un dedo, donde el anillo se hallaba. Isildur intentó destruirlo, pero este ya le nubló la mente y no lo hizo, básicamente se lo quedó él para su disfrute personal.
Luego, Elrond le proporcionó a Bilbo una habitación para él solo, donde podía escribir y olvidarse del anillo durante mucho tiempo.
Durante unos largos quince años, Bilbo permaneció tranquilo en Rivendel, seguía escribiendo sus libros, a veces con dibujos que el mismo hacía cuando, como esperaba, su querido sobrino y heredero de su ‘’fortuna’’ y del anillo, lega a Rivendel, pero no viene solo, le acompañan Sam Gamyi, Pippin Tuk, Merry Brandigamo y Aragorn también conocido como Trancos, heredero al trono humano y descendiente de Isildur.
Bilbo estaba sentado en el jardín tranquilo, que cuando ve que Frodo se le acerca, se le iluminan los ojos, hacía muchos años que no veía y quería expresarle todo lo que le echaba de menos, y Frodo a él.
Le llevó a su habitación, donde le enseñó su libro y le otorgó la daga de Dardo, cuya hoja se ilumina cuando los orcos moran cerca de ella, y también le entregó el Mithril, una cota de malla ligera como una pluma, pero resistente como escamas de dragón.
Cuando Frodo se iba a probar el Mithril, Bilbo ve el anillo, reaccionando con ansias de tocarlo por  última vez, asustando al joven Hobbit.
Pero lo que Frodo no sabía, es que mientras él estaba en un consejo discutiendo sobre quién destruiría el anillo, Bilbo planeaba una escapada, quería estar lejos del anillo, aunque aún este poseía parte de su mentalidad.
-¿A dónde váis Bilbo Bolsón-Preguntaba Elrond después de acabar el consejo.
-Mi señor Elrond ha sido un honor, pero he de marcharme, debo estar alejado del anillo-Le explicaba Bilbo-Había pensado ir a las Tierras Imperecederas, pero para ello necesito que me deis vuestros dones, allí descansaré por siempre.
-Yo os los doy Maglor Telrúnya, que vuestro viaje sea propicio-Le deseaba Elrond.
Y Bilbo llegó finalmente donde veía elfos y más elfos que le preguntaban si tenía los dones, a lo que él respondía afirmando. Allí vio una casa donde murió y escribió:
El día acaba,
Mis ojos se cierran,
Pero un largo viaje
Aún me espera.

¡Adiós amigos!
Ya oigo el llamado,
Junto al muelle de piedra,
Aguarda mi barco.

Blanca es la espuma,
Grises las olas,
Más allá del ocaso,
Va mi derrota.


¡Adiós amigos!
Ya despliegan las velas,
Hay viento del este,
Las amarras sueltan.

Pero detrás del Sol,
Unas islas yacen
Donde me alzaré,
Cuando todo acabe.

Al oeste del oeste,
Hay tierras de cuento
Donde la noche es pacífica
Y sereno el sueño.

Guiado por la Solitaria
Estrella navego
Alejándome más y más
Del último puerto.


Digo mi último adiós,
A la Tierra Media.
¡Sobre mi mástil
Diviso ya la Estrella!

Y así decía un noble y honrado Hobbit en su lecho de muerte, se enfrentó a dragones, orcos y a tres enormes Trolls que lo querían devorar. Su suerte nunca lo abandonó y siempre tenía una excusa para librarse de una muerte prematura. Sin lugar a dudas un gran Hobbit atrapado en un pequeño cuerpo con grandes pies peludos. ¡Gracias por todo, Bilbo Bolsón!

FIN

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