Y con este capítulo despedimos esta Fase 3. Volvemos el lunes a la NUEVA NORMALIDAD
¡Qué la lectura y la creatividad nos acompañen siempre¡"No te preocupes, Sancho, amigo, el valor de las cosas que nos pasan no se calcula cuando las contamos o presumimos de ellas, sino cuando las tenemos en la memoria y en el corazón sin necesidad de decírselo a nadie." (J. F. K. R.)
EL CONTEMPORÁNEO
HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
de la pluma de Janelle F. Kante Rodríguez de 3º ESO
Capítulo exclusivo
Donde se cuenta el descubrimiento
de la nueva era, el encuentro con Dulcinea y la batalla contra el coronavirus.
Una parte de
la historia que escribió Cide Hamete Benengeli fue censurada a manos de la
Santa Inquisición, pero dado mi cansancio por las censuras, procedo a contarla,
porque confío en que así lo habría querido el escritor arábigo y manchego.
Cuenta que cuando después de la resurrección de Altisidora, cuando don Quijote cayó
enfermo y tuvo que pasar días en cama, el bachiller, arrepentido de haber
cometido el error de traerlo de vuelta y triste de que el loco don Quijote muriera,
naciendo así uno más cuerdo, decidió ir a su encuentro una noche para mostrarle
algo que había mantenido en secreto hasta entonces. Pero antes, hizo una visita
clandestina a Sancho, con quien dio fácilmente pues se encontraba alimentando a
su estimado jumento.
- - Sancho…
Sancho – dijo el bachiller susurrando para no despertar la curiosidad de los
que yacían dormidos- ¡Sancho soy yo,
Sansón Carrasco!
- - ¿El
bachiller? ¿Qué hace vuestra merced aquí a estas horas de la noche?- dijo
Sancho algo turbado al verse su calma alterada de aquel modo.
- - ¿Y
qué haces alimentando al rucio de madrugada?
-
Es
una costumbre que desde siempre tengo, y a jumento viejo no le cambies el
canino, así me aseguro de que nada le pasa, porque si alguien lo daña me muero.
¿A qué vienes entonces?
-
Tenemos
que ir a casa de don Quijote sin llamar la atención de la ama, ni de la
sobrina, que es la que más miedo me da, una vez en las afueras del pueblo, os
lo explicaré con más detalle.
Se pusieron
Sancho y el bachiller en camino hacia la casa del hidalgo, pero antes Sancho
llenó las alforjas con comida y algunos escudos de oro de los que guardaba, y
con algo de pena por su Teresa se fue, ansioso por conocer lo que a ambos les
aguardaba. Cuando llegaron a la casa, hicieron señas frente a la ventana que
daba al cuarto donde don Quijote dormía, y para su sorpresa, lo encontraron
frente al espejo, junto a la luz de una pobre vela, vestido como solía hacer
cuando ejercía de caballero andante. Pronto los divisó, y en respuesta a las
señas que le hacían, salió de la casa sigilosamente, y cuando se encontraron
les dijo:
- - No
piensen vuesas mercedes que quiere mi ser volver a esas locuras mías de antaño,
pues si me veis vestido de este modo, sabed que lo he hecho para recordar todo
lo bueno que en mi labor de caballero me ha pasado, pues merece ser tenido en
cuenta una última vez, antes de que mi sobrina se deshaga de él.
-
Pues
estáis de suerte mi señor, pues debéis saber que algo que jamás nadie hubiese
imaginado está a punto de sucederle.
Dicho esto,
los tres partieron hacia un lugar oculto, y una vez allí, Sansón les dijo:
- - Lo
que vuestras mercedes verán a continuación, se trata de, nada más y nada menos
que el futuro. – dijo el bachiller con mucho entusiasmo.- Pero debéis seguir
mis indicaciones siempre, y escuchar lo que me ocurrió para que lo entendáis
todo y verifiquéis que lo que digo es cierto, bien lo sabe Dios, aunque no sé
si es lo más adecuado mencionarlo, porque ahora más que nunca creo en la
ciencia.
Don Quijote
y Sancho no daban crédito de lo que oían, pero no dijeron ni una palabra, quizá
de lo impacientes que estaban por oír aquella historia, o puede que por el
miedo que aquello despertaba en ellos.
- - Yo,
como bien sabéis, soy estudiante, y hasta ahora, había estudiado escritura,
algo de cálculo, teología y urbanidad, pero uno de los días en que me quedé en
la biblioteca del lugar donde estudio, oí un fuerte estruendo que provenía de
una habitación a la que solo unos pocos tenían permitido entrar, y la
curiosidad hizo que me asomara a ver qué sucedía. Vi algunos tubos de ensayo
con muestras de no sé qué sustancias y multitud de libros acerca de las menos
conocidas ciencias. Lo que leí me fascinó enormemente, y el ir a aquella
habitación se convirtió en la más frecuente de las rutinas. Con el tiempo, me
descubrieron, y fueron los conocimientos que aquellos extraños libros me otorgaron
los que me salvaron, pues al mostrárselos al profesor que advirtió mi presencia
en la habitación prohibida, me dijo que estaba preparado para lucir gorra con
borla como biólogo. Pero ahí no acababa el
descubrimiento, pues una de las veces en las que me encontraba analizando una
exótica especie de planta, salió de lo que yo creía que era una estantería con
libros, una extraña muchacha, como si se tratase de una puerta. Al verme quedó
espantada y no le quedó más remedio que contarme lo que sucedía. La muchacha
tenía el cabello corto y vestía pantalones de un tejido que jamás había visto
yo antes. Ella me contó que venía de un tiempo futuro, y que viajaba al pasado
porque era su misión, al igual que la de muchos, encontrar remedios que
pudiesen aplicarse a una enfermedad que un virus provoca, por todas las épocas
hasta dar con él. Me contó que la gente de su época moría, y que a la
desesperación por encontrar la cura, se le sumaban otros problemas debido a las
leyes de sus gobernantes. Así que, aunque estuve a punto de llamar al Casildo
Rodríguez, mi maestro, resultó que él tenía conocimiento de aquello, y acabé
ofreciéndome para ayudar, pues parecía tratarse de una empresa importante con
la que obtener reconocimiento en mi nuevo oficio. Ya que su merced – dijo
refiriéndose a don Quijote- se encuentra últimamente tan triste y mortecina,
veo conveniente que vea algo que es digno de ver, pues me siento responsable de
su reciente melancolía, y estoy seguro de que esto lo fascinará, aunque al
principio le resulte confuso, tómelo como una última aventura, junto a su fiel
escudero, el bueno de Sancho Panza; ¿qué le parece a vuestra merced?
- - Verdaderamente,
la historia con la que vuesa merced acaba de embelesar a nuestros oídos, es la
historia más maravillosa que ningún hombre haya escuchado jamás –dijo don
Quijote con gran exaltación antes de que su gesto se tornara más serio-, pero a
mi pesar he de decir que la última de mis batallas en la cual me vi desamparado
y traicionado una vez más por los sabios encantadores, me impide acompañarlo en
tamaña hazaña.
- -Mi
señor, yo pienso que es una barbaridad dejar pasar una aventura tan digna como
esta, porque las oportunidades son como los amaneceres, si uno espera
demasiado, se los pierde y un río nunca pasa dos veces por el mismo lugar- dijo
Sancho tratando de persuadir a su amo.
- - No
empieces con esas sandeces, Sancho, pero qué remedio si tengo tanta presión por
ambas partes, además, si esa época está sufriendo tanto como vuestra merced,
Sansón Carrasco, me cuenta, es mi deber ir y amparar a los necesitados, pues
los caballeros andantes debemos saber cuándo se nos necesita y cuando sobramos,
y nuestro oficio consiste en acudir a la llamada del deber.
- - Hablando
de llamadas – dijo el bachiller interrumpiendo el discurso de don Quijote- en
la época a la que viajaremos, existen unos aparatos inteligentes con los que
las personas se comunican sin necesidad de cartas, retratan a las personas y
paisajes sin necesidad de pinceles, y se entretienen entre otras muchas cosas
que le contaré mientras llegamos.
Acto
seguido, el bachiller puso en las manos de don Quijote un teléfono móvil de la
era futura, y el hidalgo fue leyendo cosas sobre el virus que asolaba a dicha
era mediante una aplicación llamada WhatsApp, ya que la muchacha de la que
Sansón les habló le fue mandando todo tipo de teorías e información a don
Quijote, el cual acabó por enloquecer y dejar atrás cualquier rastro de cordura
que quedase en algún rincón de su cerebro.
Una vez
allí, los tres viajeros cambiaron su vestimenta siguiendo el consejo del
bachiller, para no llamar la atención en exceso. Sansón Carrasco les explicó
algunas cosas sobre la España futura, sin excederse demasiado por miedo a que
se asustasen o no asimilasen tantos nuevos
conceptos.
-
Las
calles están vacías, porque las gentes de estas tierras tienen prohibido salir
a menos que quieran comprar sustento o medicinas- aclaró el bachiller.
- - Tranquilos
responsables ciudadanos, vuestras almas están a buen recaudo; pues ha llegado a
esta aldea don Quijote de la Mancha, a quien muchos consideran nata y flor de
la caballería; estáis a salvo, y más le vale a ese rey malvado que os mantiene
cautivos del miedo en vuestras casas, irse para no volver, si no quiere
vérselas en duelo con la fuerza de mi brazo y con el filo de mi espada- dijo
don Quijote alzando mucho la voz.
- - ¡Más
le vale a vuestra merced permanecer callado!-
le susurró muy enfadado el bachiller- Le he dejado claro que este viaje
debe tomarlo como una última aventura que solo saldrá bien si se mantiene al
margen de lo que aquí pase, por mucho que le pese.
- - ¡Quién
te ha visto y quién te ve! – exclamó Sancho que permanecía aún paralelo a lo
que estaba aconteciendo ante sus ojos- Estas extrañas calles, esos jumentos de
colores con ruedas, estas vestimentas tan incómodas y a la vez hermosas… si me
hubieran dicho que la tierra en donde vivo se convertiría en este exótico
lugar, no lo creería.
-
Casi
olvido el detalle más importante, debemos ponernos estos trozos de tela con que
cubrirnos la mitad del rostro, es la protección necesaria para que el virus no
nos alcance- explicó el bachiller-. Además, debéis llevar siempre estos cubre
manos, por si lo que tocáis lo ha tocado antes el virus, y este bálsamo
protector que limpia y mata al virus. Por último, llevaos este pequeño
pergamino que justifica que habéis salido porque teníais que comprar en el
mercado. Con todo esto, podéis iros mientras yo acudo a una reunión con la
muchacha de la que os hablé y con otros como ella. Ambos lleváis en la muñeca
un invento que indica la hora, cuando oigáis un sonido proveniente del mismo,
debéis venir aquí de nuevo, y volveremos a la aldea y nunca jamás le hablaréis
a nadie sobre este lugar ni lo que aquí pasa. Don Quijote y Sancho emprendieron
el viaje en aquel nuevo mundo mientras se entretenían con interesantes pláticas
sobre el mismo, y muy pronto, avistaron una farmacia a lo lejos.
- - Mira Sancho, allí a lo lejos se ve una Iglesia con una cruz luminosa, el don Quijote
de la aldea manchega, ignorante al nuevo mundo, habría temido por si se tratase
de obra e fuerzas malignas, pero como Sansón nos dijo que no nos
sorprendiéramos ante cualquier cosa que viéramos por rara que nos pareciera, veo
conveniente rezar para evitar los males que puedan acaecernos aquí.
-
Lo
veo bien, aunque no le digo que no me asuste un poco la idea- dijo Sancho inseguro
al verse sin el bachiller.
Llegaron a
la falsa iglesia, y la farmacéutica que allí se encontraba les preguntó que qué
deseaban. Sancho pensó para sí que las monjas de la era futura eran muy raras,
pero por su vestimenta supuso que estaba en pijama.
- - Buenas
hermana, soy don Quijote de la Mancha- dijo el hidalgo a pesar de que el
bachiller le dijo que debía presentarse como Alonso Quijano-. Vengo desde muy
lejos a este enigmático mundo y junto a
mí viene mi fiel escudero Sancho Panza. Quisiéramos rezar aquí para que nuestra
estancia sea lo más apacible posible.
Los miró
extrañada la farmacéutica, pero pensó que se trataba de una amistosa broma y
decidió seguir aquella charla del mismo modo, antes de venderles los
medicamentos que buscasen, y les dijo:
- - Debéis
saber que yo no soy una monja, sino la hermosa Dulcinea del Toboso, y me ofende
profundamente que el caballero al que tenía por el más sabio, valiente y
enamorado de mí no haya sido capaz de reconocerme ni de tratarme como es debido
– dijo en tono burlesco la farmacéutica, el cual don Quijote no percibió.
- - ¡Cómo
es posible! Creí que no me toparía con la princesa a la que amo con toda mi
alma en el nuevo mundo, debí haberlo intuido al ver ante mis ojos tamaña
belleza y delicadeza de pies a cabeza pues vuestros cabellos son más finos y
más dorados que el mismísimo Sol, y vuestra tez, más blanca que la nieve y más
suave que el lino, y vuestros labios más rojos que los pétalos de la más roja
de las rosas, y vuestro aroma, más dulce que el ámbar, y me quedo sin palabras
para mostrarte lo hermosa que eres y el amor tan grande que te proceso… ¡Oh
necio de mi, que no he sido capaz de reconocer a la dueña de mi alma y de cada
uno de mis suspiros! No puedo creer que al fin los sabios encantadores me hayan
permitido poder apreciar tu bello ser sin que si quiera hiciese falta que
Sancho se azotase trescientas mil veces las posaderas. Soy el más bellaco,
malandrín e ignorante de los hombres. Pero no por mucho más, porque ruego y me
arrodillo ante ti, mi señora, para que me acompañes en esta aventura en la que
me enfrentaré en duelo con todo aquel que ose dudar de tu tierna hermosura.
La farmacéutica
no daba crédito, y se quedó paralizada. Mientras tanto, Sancho que miraba las
estanterías llenas de cajas con pastillas, pomadas y geles de baño que, aunque
le recordaron al bálsamo del feo Blas, olían a frescos frutos y flores,
comprendió que se hallaban en uno de esos lugares donde comprar medicamentos de
los que el bachiller les había hablado. Aunque intentó advertir a don Quijote,
fue en vano, pues este solo esperaba el permiso de la supuesta Dulcinea para
que lo acompañase. Al oír tanto jaleo, un farmacéutico que se encontraba en el
almacén salió a ver qué pasaba, y al escuchar lo que su compañera le explicó y
ver a aquel hombre tan decidido a llevársela, dijo de forma burlesca:
- -Creo
que aquí ha habido un error; yo soy Dulcinea del Toboso a quien tiene como
enamorado al caballero andante más famoso de la Mancha y del mundo entero.
- - ¿Cómo
osas ruin bellaco, botarate y zopenco, a burlarte de ese modo de mi preciada
dama? Disculpaos por la necedad que habéis hecho y reconoced que Dulcinea del
Toboso, aquí presente, es la más hermosa de las damas, si no queréis veros
conmigo en mortal batalla.
El
farmacéutico, asustado por el realismo de las palabras de don Quijote, intentó
calmarlo diciendo que no era para tanto, lo que hizo que don Quijote
enfureciera aún más. En esto, la farmacéutica llamó a la policía, la cual no
tardó en llegar. Una vez allí la patrulla, una policía le preguntó a don
Quijote el motivo de aquella broma tan extraña, y antes de que don Quijote
pudiese responder, su reloj y el de Sancho, comenzaron a sonar con un pitido
tan intenso que hizo que todos se tapasen los oídos.
- - Ha
sido un placer conocer tan de cerca este
nuevo mundo; tan laberíntico y con una cultura tan encantadora, pero, a mi pesar, debo irme, pues obedecer es
crucial en ciertas situaciones, y esta es una de ellas, y aunque no haya podido
pasar un tiempo junto a mi hermosa amada ni tampoco vengar su honestidad frente
a este mal nacido, el camino correcto no suele ser el más fácil, y lo correcto
aquí es que partamos-dijo don Quijote mientras salía por la puerta junto a
Sancho lentamente-.
- - ¡Alto!
Antes debe hablar con nosotros sobre lo ocurrido para decidir qué haremos al
respecto – exclamó otro policía, aunque caballero y escudero estaban ya muy
lejos, porque temían que si no obedecían al bachiller algo malo les sucediera-.
Los policías, al ver que el pintoresco dúo huía, se montaron
en el coche e iniciaron una persecución.
- -¡Qué
miedo he pasado y qué atrevido llega a ser a veces, mi señor!- dijo Sancho con
ganas de llorar.
- - No
temas, Sancho, las cosas que suceden en el nuevo mundo son muy extrañas, pero
lo más extraño acaba siendo lo más bello, precisamente por ser tan único y chocante
para bien. Creo que la mejor forma de evitar que aquellos que me recordaban a
los vigilantes de los caminos, es usando ese moderno invento del que Carrasco
nos habló- dijo don Quijote señalando a un tándem para el alquiler de los
turistas.
- - Siempre
confío en vuestra merced, mi señor, pero me parece que esta vez vamos a ir por
lana y a salir trasquilados, y amigo y vino nuevo no los pruebo.
-
¿Llegará
el día en que esa bocaza tuya se canse de soltar refranes? Paréceme Sancho que
no. Ahora, hazme caso, que yo sé lo que hago.
Montaron
Sancho y Quijote en la bicicleta doble, y aunque comenzaron con mucha
dificultad, pronto cogieron buen ritmo, aunque eso no quiere decir que llegasen
al lugar adecuado. Llegaron a una plaza concurrida en comparación con la zona
en la que antes habían estado, y en la puerta de un comercio, vieron lo que
parecía una bola con patas. Se trataba en realidad de un voluntario que
repartía mascarillas gratis disfrazado de coronavirus; llevaba un disfraz
redondo y voluminoso y una corona dorada y reluciente. Don Quijote y Sancho
quedaron prendados de lo que ante sus ojos había, y pensaron que una nueva
aventura se avecinaba. Se acercaron al hombre disfrazado, y dejaron el tándem
de alquiler apoyado en un árbol.
- - Disculpe
vuesa merced por el atrevimiento pero, ¿quién sois?- preguntó don Quijote.
- - Quien
voy a ser- dijo el repartidor soltando una risilla-, soy el coronavirus, aunque
tengo más nombres; COVID-19 con “la” o con “el” delante, ambas formas son
correctas.
Don Quijote,
que no daba crédito a lo que oía, y sin pensárselo dos veces, cogió un cono de
tráfico que había junto a él y lo usó a modo de yelmo, además cogió una rama de
árbol que había en el suelo y la usó como una espada, y después de esto lo miró
y le dijo:
- - Sé
que hacer esto puede traerme consecuencias graves más tarde, pero como
caballero que fui nombrado, es mi deber acabar con el virus coronado que se
aprovecha de sus súbditos para su beneficio, y no hay cosa peor que un rey
pueda hacer que esa. Enfrentaos en batalla aquí y ahora con este caballero que
desea más que nada liberar a este moderno pueblo de su ruin rey. – dijo don
Quijote al tiempo que alzaba la espada ecológica que había improvisado.
Por ventura
del pomposo coronavirus, pasó por allí el bachiller, quien estaba desesperado y
arrepentido de haberle dado tanta libertad a alguien tan propenso a entrar en
batalla contra cualquier injusticia, sea ficticia o no. Llegó este a tiempo,
pues le agarró del brazo justo cuando pretendía abatir al repartidor. Sansón
Carrasco pidió disculpas, y se inventó que don Quijote era su padre, y que
solía comportarse de ese modo de vez en cuando. Finalmente, don Quijote, Sancho
y Sansón Carrasco, volvieron al lugar del que partieron, con la mayor de las
prudencias por miedo a ser descubiertos, tras enterarse el bachiller del
incidente con los policías. Una vez allí sanos y salvos, más o menos, don
Quijote le agradeció profundamente aquel increíble regalo, y Sancho se alegró y
sorprendió mucho al ver que no habían
recibido paliza alguna como era costumbre.
-
Me
pesa no poder contarle nunca a mi Teresa lo que en la era futura sucede- dijo
Sancho con cierto pesar-.
-
No
te preocupes Sancho, amigo, el valor de las cosas que nos pasan no se calcula
cuando las contamos o presumimos de ellas, sino cuando las tenemos en la
memoria y en el corazón sin necesidad de decírselo a nadie. Gracias Sansón, sin
duda, merece la pena ver algo como lo que hoy nos has mostrado al menos una vez
en la vida. Sin más espera, volvamos a casa, que ahora aprecio más lo que tengo
en la antigua era, aunque poco se distinguen; porque son igual de hermosas unas
veces e igual de injustas otras.
Y así,
volvieron a la aldea una vez más, y pasase lo que pasase allí, esta aventura ha
quedado por fin donde debería haber estado hace mucho, en la memoria de los
lectores.
Fin.
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