8 de junio de 2020

Fase 3: CERVANTINA 1



CERVANTINA 1 POR DAVID RINCÓN DE 3º DE ESO


DON QUIJOTE Y SU HAZAÑA CONTRA EL CORONAVIRUS

  Cuenta Cide Hamete Benengeli, que esta nueva historia fue una de las locuras más grandes de nuestro caballero hidalgo don Quijote. Nuestro valeroso caballero, un día tranquilo en su humilde aposento, se encontraba leyendo un magnífico libro de caballería, cuando por un momento, creyó que su libro se había transformado en un extraño aparato cuadrado con pantalla táctil,  en el que recibía muchísima información de los lugares de La Mancha. Nuestro hidalgo, al ver tan novedosa y extraña cosa, fue en busca de su amigo y fiel escudero Sancho Panza, al que hace partícipe de todas sus aventuras. Y le dijo:

-         Sancho, amigo, no vas a creer lo que en mis manos tengo.
-         ¿Un libro, no señor?- dijo Sancho - ¿Qué más podría pensar que no fuera sino un libro de caballería?
-         Don Quijote respondió – ¡No lo ves de verdad! Sancho, no me hagas quedar como un loco, que esto que tengo en mis manos es una herramienta futurista. Me llegan mensajes de noticias de nuestra Mancha, y de algo llamado Coronavirus.

  Sancho al escuchar esto, fue en busca del ilustrado Bachiller Sansón Carrasco, acompañado de nuestro hidalgo. Sancho le habló de la nueva locura de Don Quijote y le informó que debían ser partícipes de una nueva y loca aventura. Nuestro caballero enseñó su supuesto aparato y no paraba de recitarles la cantidad de noticias, que de ese aparato extraño recibía, en el que hablaba de una invasión de unos agentes víricos, que formaban parte de un grupo llamado Coronavirus, que venían a cumplir la misión de destruir el mundo, empezando por La Mancha. Al oír esto el Bachiller y Sancho, le dijeron, que para defender a La Mancha y derrotar al Coronavirus debían saber su origen.

-         Sancho, si necesitas saber su origen, yo se lo diré – dijo don Quijote molesto al ver sus caras de asombro – este grupo procede de los murciélagos y otro animal llamado pangolín.
-         Pues para combatir al Coronavirus – dijo Sancho – necesitamos a un licenciado en virología.
-         Don Quijote respondió - ¡Cómo vas a encontrar a un licenciado así!

  Al ver la gran verdad que dijo nuestro hidalgo, se pusieron de acuerdo el Bachiller y Sancho en hacer creer a su amo, que el ilustre Bachiller, era el licenciado que buscaban para combatir el Coronavirus. Se pusieron manos a la obra y mientras don Quijote buscaba sus armas, su armadura y preparaba a su delgado y fiel Rocinante, nuestro caballero convocó al día siguiente a los dos compañeros de viaje en su nueva hazaña, mientras, Sancho y el Bachiller ya tenían todo planeado. Al día siguiente, aún de madrugada y con el Sol saliendo, emprendieron los tres su nuevo cometido, combatir al Coronavirus. A los pocos minutos de salir, nuestro Bachiller daba de cuando en cuando bostezos, a lo que don Quijote dijo:

-         Ya habrá tiempo para dormir y descansar, tenemos esta importante misión, que con esto me proclamaré el mejor caballero andante de la historia, superando al grandioso Amadís de Gaula.
-         Bueno, a quien madruga, Dios le ayuda – dijo Sancho , aún con el bostezo en su boca.
-         Pues espero que sea verdad – dijo el Bachiller.
  Cuando don Quijote volvió a mirar su “aparato” para ver la información, Sancho aprovechó la locura de su amo para decirle que el Bachiller, había pasado mucho tiempo estudiando en la universidad de Salamanca, para ser un experto virólogo. Así que, cogió el libro de su amo, el cual don Quijote llamaba herramienta futurista y escribió una nueva información, diciendo que el mejor virólogo de la época, era Sansón Carrasco, escrito por él mismo, ya que Sancho no sabía escribir. Entonces el engañado don Quijote dijo:
-         ¡Es imposible que mi herramienta me dé esta información y que mi persona no sepa de esto! – dijo don Quijote.
-         ¡No le busque los tres pies al gato! – dijo Sancho – Si lo pone en la herramienta, será verdad.
-         A lo que don Quijote contestó – Pues empecemos la batalla contra el Coronavirus, ya tenemos todas las herramientas. Y cuando acabe con él, iré al Toboso y le contaré a mi amada Dulcinea la gran hazaña de mi batalla contra el mortal virus.

  El Bachiller, dio todas las instrucciones a nuestro hidalgo y su escudero. Los tres se pusieron una armadura y casco, puesto que el virus se contagiaba por la saliva y podía ser letal en la persona.
 Al día siguiente, después de haber descansado unas horas bajo la sombra de unas hayas, don Quijote, gritó tan fuertemente que asustó a sus compañeros de viaje, diciendo así:

-         ¡Hay que matar a todos los murciélagos!
-         Sancho, observando a su alrededor, contestó – Son pajarillos señor, no lo tome en cuenta.
-         Don Quijote, cogió su lanza y dijo - ¡Por la andante caballería y mi Dulcinea, señora deste cautivo corazón!
 Don Quijote aturdió a un pajarillo, que aún piaba, y se imaginó que le daba la  información para la batalla final.
 Don Quijote, al contarle la información a su escudero y al Bachiller, supuesto virólogo, les dijo con voz firme y rearmada:
-         Dichosa edad, y siglo dichoso aquel donde saldrán a la luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria en los futuros.

  El Bachiller, dijo que ese virus se contagiaba por saliva, como anteriormente dijo, y para calmar un poco a nuestro hidalgo de su locura y que tuviera un poco de cuidado. También causaba los efectos de una alta fiebre, problemas respiratorios o incluso la muerte. Don Quijote, con hambre de batalla y haciendo poco caso a estas advertencias, dijo:
-          ¡No seas necio mi Bachiller! ¡Esta batalla la ganaré! Y tumbaré todo lo que haga falta y se presente ante mí.
-         A ver si va a ser tal batalla, que la justicia busque a vuestra merced. – Dijo Sancho.
-         ¡Calla! – dijo don quijote - ¿Dónde has visto tú, o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que hubiese cometido?
-         Bueno, al bien hacer jamás le falta premio. – Dijo Sancho.

  Y con estas palabras, los tres continuaron su fantasiosa aventura, y ya muy cerca de la gran batalla contra el Coronavirus.
Durante este camino, que ya llevaban unos días, encontraron un pueblo, para descansar en alguna posada, en las afueras. Lo que sucedió fue que a nuestro valeroso caballero, se le abrieron los ojos como platos, al ver a los pueblerinos y dijo:

-         ¡Están enfermos! Tienen la enfermedad de la que os hablé, no pueden respirar y se les ve muy mal.
-         Mire bien vuestra merced – respondió Sancho – que aquellos que usted allí ve, no son enfermos, sino personas pasando el rato y en buen estado.
-         Mira Sancho, te juro – dijo don Quijote – que tienes  el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo. ¡Son gente mundana atacada por el Coronavirus. ¿No lo ves, Sancho? ¿Tú tampoco, Bachiller?

  Se miraron Sancho y el Bachiller, que aunque estos no veían la fantasía de don Quijote, le seguirían la corriente, y dijeron:

-         Pues señor – dijo el Bachiller – cierto es que son personas atacadas por la enfermedad, tenga cuidado que le recuerdo su contagio.
-         ¡No podemos perder más tiempo! – dijo don Quijote – hay que acabar con ellos y no dejar títere con cabeza alguna, que al bien hacer jamás le falta premio.

   Se dirigieron al pueblo, para su gran y ansiada batalla final, y fue allí donde encontraron el origen del brote, que solo veía don Quijote. Nuestro valeroso caballero, lleno de grandeza y valor, fue a investigar, sin dejar rincón alguno por mirar, hasta que dijo:

-         Mirad, allí se encuentran los pangolines, si los exterminamos, como hicimos con aquellos murciélagos, acabaremos con este virus, y podré contarle la Hazaña a mi amada y preciosa Dulcinea del Toboso, a la que bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar a tan alta señora.

   Tanto Sancho como el Bachiller siguieron la locura de su señor, aunque solo veían simples erizos. Y le dijeron:
-         Señor – dijo el Bachiller – como buen licenciado y buen virólogo que soy, le exijo, que se ponga mi señor su casco y armadura para ir protegido y ganar esta grandiosa batalla, en la que se jugará la vida. Y tendrá que protegerse de esta muy mala enfermedad.

  Don Quijote, conforme avanzaba, veía avanzar el ejército de pangolines hacia él,  y vería las afiladas espadas que llevaban cada uno de los soldados. Aunque en realidad eran las púas de los mismos erizos. Mientras Sancho y el Bachiller miraban la batalla, el Bachiller pensó una idea para que esos animales no muriesen, ya que todo era una fantasía de nuestro noble caballero.  Con voz grave nuestro Bachiller dijo:

-         Señor, ya sé que hacer, y no hace falta matar a estos soldados, sino solo aislarlos y rociarlos con el bálsamo de Fierabrás.

  Don Quijote se dirigió galopando con rocinante encomendándose a Dios y a su amada Dulcinea, y al pisar el caballo un erizo, hizo que nuestro caballero se cayera y acabara al lado de sus supuestos enemigos, diciendo:

-         ¡Acabaré con vosotros sin mi Rocinante!

  Y con toda la valentía de un noble caballero, se enfrentó contra el ejército de supuestos pangolines, con su espada en mano, intentando no matar a ninguno, para poder aislarlos. Y totalmente cubierto de su armadura, todo el mundo del pueblo miraba atónito su locura, algunos hasta riéndose y burlándose de él, ya que veían esta semejante barbaridad. Don Quijote se hizo un poco de daño, con las púas de los erizos, pero salió victorioso y cubrió, y roció con éxito a todos los erizos con el bálsamo. Contando después de su gran hazaña de sus heridas de espada, que aunque fueran heridas producidas por las púas, para él eran heridas de guerra. Alzó su voz y dijo con espada en mano y apuntando al cielo:

-         Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato? Podréis contar, después de ver esta hazaña, todo a mi señora Dulcinea, diciéndole que esta hazaña, la hizo el gran don Quijote de la Mancha o también conocido como el caballero de la triste figura.

   Sancho y el Bachiller, contentos porque don Quijote había salido bien de todo esto, solo con algunas heridas de púa, volvieron a casa para que el Bachiller siguiera con su vida y nuestro caballero y su escudero, siguieran sus grandes aventuras. Antes de dejar al Bachiller, don Quijote quiso agradecer su ayuda, a lo que Sancho dijo:

-         Es de bien nacido, ser agradecido.
-         A lo que don Quijote contestó – así es, mi fiel escudero, razón llevas.

  Nuestro noble don Quijote, se dio por mejor caballero andante superando a muchos otros, y siguió junto a su amigo y fiel escudero a la espera de futuras aventuras  por su preciosa y amada Mancha.


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