19 de junio de 2020

FASE3: CERVANTINA 10 Y ÚLTIMA



Y con este capítulo despedimos esta Fase 3. Volvemos el lunes a la NUEVA NORMALIDAD

     ¡Qué la lectura y la creatividad nos acompañen siempre¡





"No te preocupes, Sancho, amigo, el valor de las cosas que nos pasan no se calcula cuando las contamos o presumimos de ellas, sino cuando las tenemos en la memoria y en el corazón sin necesidad de decírselo a nadie."  (J. F. K. R.)




                                                                     
EL CONTEMPORÁNEO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA

de la pluma de   Janelle F. Kante Rodríguez  de 3º ESO

Capítulo exclusivo
Donde se cuenta el descubrimiento de la nueva era, el encuentro con Dulcinea y la batalla contra el coronavirus.

   Una parte de la historia que escribió Cide Hamete Benengeli fue censurada a manos de la Santa Inquisición, pero dado mi cansancio por las censuras, procedo a contarla, porque confío en que así lo habría querido el escritor arábigo y manchego. Cuenta que cuando después de la resurrección de Altisidora, cuando don Quijote cayó enfermo y tuvo que pasar días en cama, el bachiller, arrepentido de haber cometido el error de traerlo de vuelta y triste de que el loco don Quijote muriera, naciendo así uno más cuerdo, decidió ir a su encuentro una noche para mostrarle algo que había mantenido en secreto hasta entonces. Pero antes, hizo una visita clandestina a Sancho, con quien dio fácilmente pues se encontraba alimentando a su estimado jumento.
-        -  Sancho… Sancho – dijo el bachiller susurrando para no despertar la curiosidad de los que yacían dormidos-  ¡Sancho soy yo, Sansón Carrasco!
-         - ¿El bachiller? ¿Qué hace vuestra merced aquí a estas horas de la noche?- dijo Sancho algo turbado al verse su calma alterada de aquel modo.
-        -  ¿Y qué haces alimentando al rucio de madrugada?
-          Es una costumbre que desde siempre tengo, y a jumento viejo no le cambies el canino, así me aseguro de que nada le pasa, porque si alguien lo daña me muero. ¿A qué vienes entonces?
-          Tenemos que ir a casa de don Quijote sin llamar la atención de la ama, ni de la sobrina, que es la que más miedo me da, una vez en las afueras del pueblo, os lo explicaré con más detalle.
Se pusieron Sancho y el bachiller en camino hacia la casa del hidalgo, pero antes Sancho llenó las alforjas con comida y algunos escudos de oro de los que guardaba, y con algo de pena por su Teresa se fue, ansioso por conocer lo que a ambos les aguardaba. Cuando llegaron a la casa, hicieron señas frente a la ventana que daba al cuarto donde don Quijote dormía, y para su sorpresa, lo encontraron frente al espejo, junto a la luz de una pobre vela, vestido como solía hacer cuando ejercía de caballero andante. Pronto los divisó, y en respuesta a las señas que le hacían, salió de la casa sigilosamente, y cuando se encontraron les dijo:
-         - No piensen vuesas mercedes que quiere mi ser volver a esas locuras mías de antaño, pues si me veis vestido de este modo, sabed que lo he hecho para recordar todo lo bueno que en mi labor de caballero me ha pasado, pues merece ser tenido en cuenta una última vez, antes de que mi sobrina se deshaga de él.
-          Pues estáis de suerte mi señor, pues debéis saber que algo que jamás nadie hubiese imaginado está a punto de sucederle.
Dicho esto, los tres partieron hacia un lugar oculto, y una vez allí, Sansón les dijo:
-        -  Lo que vuestras mercedes verán a continuación, se trata de, nada más y nada menos que el futuro. – dijo el bachiller con mucho entusiasmo.- Pero debéis seguir mis indicaciones siempre, y escuchar lo que me ocurrió para que lo entendáis todo y verifiquéis que lo que digo es cierto, bien lo sabe Dios, aunque no sé si es lo más adecuado mencionarlo, porque ahora más que nunca creo en la ciencia.

Don Quijote y Sancho no daban crédito de lo que oían, pero no dijeron ni una palabra, quizá de lo impacientes que estaban por oír aquella historia, o puede que por el miedo que aquello despertaba en ellos.
-      -    Yo, como bien sabéis, soy estudiante, y hasta ahora, había estudiado escritura, algo de cálculo, teología y urbanidad, pero uno de los días en que me quedé en la biblioteca del lugar donde estudio, oí un fuerte estruendo que provenía de una habitación a la que solo unos pocos tenían permitido entrar, y la curiosidad hizo que me asomara a ver qué sucedía. Vi algunos tubos de ensayo con muestras de no sé qué sustancias y multitud de libros acerca de las menos conocidas ciencias. Lo que leí me fascinó enormemente, y el ir a aquella habitación se convirtió en la más frecuente de las rutinas. Con el tiempo, me descubrieron, y fueron los conocimientos que aquellos extraños libros me otorgaron los que me salvaron, pues al mostrárselos al profesor que advirtió mi presencia en la habitación prohibida, me dijo que estaba preparado para lucir gorra con borla  como biólogo. Pero ahí no acababa el descubrimiento, pues una de las veces en las que me encontraba analizando una exótica especie de planta, salió de lo que yo creía que era una estantería con libros, una extraña muchacha, como si se tratase de una puerta. Al verme quedó espantada y no le quedó más remedio que contarme lo que sucedía. La muchacha tenía el cabello corto y vestía pantalones de un tejido que jamás había visto yo antes. Ella me contó que venía de un tiempo futuro, y que viajaba al pasado porque era su misión, al igual que la de muchos, encontrar remedios que pudiesen aplicarse a una enfermedad que un virus provoca, por todas las épocas hasta dar con él. Me contó que la gente de su época moría, y que a la desesperación por encontrar la cura, se le sumaban otros problemas debido a las leyes de sus gobernantes. Así que, aunque estuve a punto de llamar al Casildo Rodríguez, mi maestro, resultó que él tenía conocimiento de aquello, y acabé ofreciéndome para ayudar, pues parecía tratarse de una empresa importante con la que obtener reconocimiento en mi nuevo oficio. Ya que su merced – dijo refiriéndose a don Quijote- se encuentra últimamente tan triste y mortecina, veo conveniente que vea algo que es digno de ver, pues me siento responsable de su reciente melancolía, y estoy seguro de que esto lo fascinará, aunque al principio le resulte confuso, tómelo como una última aventura, junto a su fiel escudero, el bueno de Sancho Panza; ¿qué le parece a vuestra merced?

-       -   Verdaderamente, la historia con la que vuesa merced acaba de embelesar a nuestros oídos, es la historia más maravillosa que ningún hombre haya escuchado jamás –dijo don Quijote con gran exaltación antes de que su gesto se tornara más serio-, pero a mi pesar he de decir que la última de mis batallas en la cual me vi desamparado y traicionado una vez más por los sabios encantadores, me impide acompañarlo en tamaña hazaña.
-          -Mi señor, yo pienso que es una barbaridad dejar pasar una aventura tan digna como esta, porque las oportunidades son como los amaneceres, si uno espera demasiado, se los pierde y un río nunca pasa dos veces por el mismo lugar- dijo Sancho tratando de persuadir a su amo.
-      -    No empieces con esas sandeces, Sancho, pero qué remedio si tengo tanta presión por ambas partes, además, si esa época está sufriendo tanto como vuestra merced, Sansón Carrasco, me cuenta, es mi deber ir y amparar a los necesitados, pues los caballeros andantes debemos saber cuándo se nos necesita y cuando sobramos, y nuestro oficio consiste en acudir a la llamada del deber.
-        -  Hablando de llamadas – dijo el bachiller interrumpiendo el discurso de don Quijote- en la época a la que viajaremos, existen unos aparatos inteligentes con los que las personas se comunican sin necesidad de cartas, retratan a las personas y paisajes sin necesidad de pinceles, y se entretienen entre otras muchas cosas que le contaré mientras llegamos.

Acto seguido, el bachiller puso en las manos de don Quijote un teléfono móvil de la era futura, y el hidalgo fue leyendo cosas sobre el virus que asolaba a dicha era mediante una aplicación llamada WhatsApp, ya que la muchacha de la que Sansón les habló le fue mandando todo tipo de teorías e información a don Quijote, el cual acabó por enloquecer y dejar atrás cualquier rastro de cordura que quedase en algún rincón de su cerebro.
Una vez allí, los tres viajeros cambiaron su vestimenta siguiendo el consejo del bachiller, para no llamar la atención en exceso. Sansón Carrasco les explicó algunas cosas sobre la España futura, sin excederse demasiado por miedo a que se asustasen o no  asimilasen tantos nuevos conceptos.
-          Las calles están vacías, porque las gentes de estas tierras tienen prohibido salir a menos que quieran comprar sustento o medicinas- aclaró el bachiller.
-        -  Tranquilos responsables ciudadanos, vuestras almas están a buen recaudo; pues ha llegado a esta aldea don Quijote de la Mancha, a quien muchos consideran nata y flor de la caballería; estáis a salvo, y más le vale a ese rey malvado que os mantiene cautivos del miedo en vuestras casas, irse para no volver, si no quiere vérselas en duelo con la fuerza de mi brazo y con el filo de mi espada- dijo don Quijote alzando mucho la voz.
-       -   ¡Más le vale a vuestra merced permanecer callado!-  le susurró muy enfadado el bachiller- Le he dejado claro que este viaje debe tomarlo como una última aventura que solo saldrá bien si se mantiene al margen de lo que aquí pase, por mucho que le pese.
-        -  ¡Quién te ha visto y quién te ve! – exclamó Sancho que permanecía aún paralelo a lo que estaba aconteciendo ante sus ojos- Estas extrañas calles, esos jumentos de colores con ruedas, estas vestimentas tan incómodas y a la vez hermosas… si me hubieran dicho que la tierra en donde vivo se convertiría en este exótico lugar, no lo creería.
-          Casi olvido el detalle más importante, debemos ponernos estos trozos de tela con que cubrirnos la mitad del rostro, es la protección necesaria para que el virus no nos alcance- explicó el bachiller-. Además, debéis llevar siempre estos cubre manos, por si lo que tocáis lo ha tocado antes el virus, y este bálsamo protector que limpia y mata al virus. Por último, llevaos este pequeño pergamino que justifica que habéis salido porque teníais que comprar en el mercado. Con todo esto, podéis iros mientras yo acudo a una reunión con la muchacha de la que os hablé y con otros como ella. Ambos lleváis en la muñeca un invento que indica la hora, cuando oigáis un sonido proveniente del mismo, debéis venir aquí de nuevo, y volveremos a la aldea y nunca jamás le hablaréis a nadie sobre este lugar ni lo que aquí pasa. Don Quijote y Sancho emprendieron el viaje en aquel nuevo mundo mientras se entretenían con interesantes pláticas sobre el mismo, y muy pronto, avistaron una farmacia a lo lejos.
-       -   Mira Sancho, allí a lo lejos se ve una Iglesia con una cruz luminosa, el don Quijote de la aldea manchega, ignorante al nuevo mundo, habría temido por si se tratase de obra e fuerzas malignas, pero como Sansón nos dijo que no nos sorprendiéramos ante cualquier cosa que viéramos por rara que nos pareciera, veo conveniente rezar para evitar los males que puedan acaecernos aquí.



-          Lo veo bien, aunque no le digo que no me asuste un poco la idea- dijo Sancho inseguro al verse sin el bachiller.
Llegaron a la falsa iglesia, y la farmacéutica que allí se encontraba les preguntó que qué deseaban. Sancho pensó para sí que las monjas de la era futura eran muy raras, pero por su vestimenta supuso que estaba en pijama.
-         - Buenas hermana, soy don Quijote de la Mancha- dijo el hidalgo a pesar de que el bachiller le dijo que debía presentarse como Alonso Quijano-. Vengo desde muy lejos a este enigmático mundo y  junto a mí viene mi fiel escudero Sancho Panza. Quisiéramos rezar aquí para que nuestra estancia sea lo más apacible posible.


Los miró extrañada la farmacéutica, pero pensó que se trataba de una amistosa broma y decidió seguir aquella charla del mismo modo, antes de venderles los medicamentos que buscasen, y les dijo:
-         - Debéis saber que yo no soy una monja, sino la hermosa Dulcinea del Toboso, y me ofende profundamente que el caballero al que tenía por el más sabio, valiente y enamorado de mí no haya sido capaz de reconocerme ni de tratarme como es debido – dijo en tono burlesco la farmacéutica, el cual don Quijote no percibió.
-         - ¡Cómo es posible! Creí que no me toparía con la princesa a la que amo con toda mi alma en el nuevo mundo, debí haberlo intuido al ver ante mis ojos tamaña belleza y delicadeza de pies a cabeza pues vuestros cabellos son más finos y más dorados que el mismísimo Sol, y vuestra tez, más blanca que la nieve y más suave que el lino, y vuestros labios más rojos que los pétalos de la más roja de las rosas, y vuestro aroma, más dulce que el ámbar, y me quedo sin palabras para mostrarte lo hermosa que eres y el amor tan grande que te proceso… ¡Oh necio de mi, que no he sido capaz de reconocer a la dueña de mi alma y de cada uno de mis suspiros! No puedo creer que al fin los sabios encantadores me hayan permitido poder apreciar tu bello ser sin que si quiera hiciese falta que Sancho se azotase trescientas mil veces las posaderas. Soy el más bellaco, malandrín e ignorante de los hombres. Pero no por mucho más, porque ruego y me arrodillo ante ti, mi señora, para que me acompañes en esta aventura en la que me enfrentaré en duelo con todo aquel que ose dudar de tu tierna hermosura.

La farmacéutica no daba crédito, y se quedó paralizada. Mientras tanto, Sancho que miraba las estanterías llenas de cajas con pastillas, pomadas y geles de baño que, aunque le recordaron al bálsamo del feo Blas, olían a frescos frutos y flores, comprendió que se hallaban en uno de esos lugares donde comprar medicamentos de los que el bachiller les había hablado. Aunque intentó advertir a don Quijote, fue en vano, pues este solo esperaba el permiso de la supuesta Dulcinea para que lo acompañase. Al oír tanto jaleo, un farmacéutico que se encontraba en el almacén salió a ver qué pasaba, y al escuchar lo que su compañera le explicó y ver a aquel hombre tan decidido a llevársela, dijo de forma burlesca:
-          -Creo que aquí ha habido un error; yo soy Dulcinea del Toboso a quien tiene como enamorado al caballero andante más famoso de la Mancha y del mundo entero.
-        -  ¿Cómo osas ruin bellaco, botarate y zopenco, a burlarte de ese modo de mi preciada dama? Disculpaos por la necedad que habéis hecho y reconoced que Dulcinea del Toboso, aquí presente, es la más hermosa de las damas, si no queréis veros conmigo en mortal batalla.
El farmacéutico, asustado por el realismo de las palabras de don Quijote, intentó calmarlo diciendo que no era para tanto, lo que hizo que don Quijote enfureciera aún más. En esto, la farmacéutica llamó a la policía, la cual no tardó en llegar. Una vez allí la patrulla, una policía le preguntó a don Quijote el motivo de aquella broma tan extraña, y antes de que don Quijote pudiese responder, su reloj y el de Sancho, comenzaron a sonar con un pitido tan intenso que hizo que todos se tapasen los oídos.
-       -   Ha sido un placer conocer tan de cerca  este nuevo mundo; tan laberíntico y con una cultura tan encantadora, pero,  a mi pesar, debo irme, pues obedecer es crucial en ciertas situaciones, y esta es una de ellas, y aunque no haya podido pasar un tiempo junto a mi hermosa amada ni tampoco vengar su honestidad frente a este mal nacido, el camino correcto no suele ser el más fácil, y lo correcto aquí es que partamos-dijo don Quijote mientras salía por la puerta junto a Sancho lentamente-.
-         - ¡Alto! Antes debe hablar con nosotros sobre lo ocurrido para decidir qué haremos al respecto – exclamó otro policía, aunque caballero y escudero estaban ya muy lejos, porque temían que si no obedecían al bachiller algo malo les sucediera-.
Los policías, al ver que el pintoresco dúo huía, se montaron en el coche e iniciaron una persecución.
-          -¡Qué miedo he pasado y qué atrevido llega a ser a veces, mi señor!- dijo Sancho con ganas de llorar.
-      -    No temas, Sancho, las cosas que suceden en el nuevo mundo son muy extrañas, pero lo más extraño acaba siendo lo más bello, precisamente por ser tan único y chocante para bien. Creo que la mejor forma de evitar que aquellos que me recordaban a los vigilantes de los caminos, es usando ese moderno invento del que Carrasco nos habló- dijo don Quijote señalando a un tándem para el alquiler de los turistas.
-         - Siempre confío en vuestra merced, mi señor, pero me parece que esta vez vamos a ir por lana y a salir trasquilados, y amigo y vino nuevo no los pruebo.
-          ¿Llegará el día en que esa bocaza tuya se canse de soltar refranes? Paréceme Sancho que no. Ahora, hazme caso, que yo sé lo que hago.


Montaron Sancho y Quijote en la bicicleta doble, y aunque comenzaron con mucha dificultad, pronto cogieron buen ritmo, aunque eso no quiere decir que llegasen al lugar adecuado. Llegaron a una plaza concurrida en comparación con la zona en la que antes habían estado, y en la puerta de un comercio, vieron lo que parecía una bola con patas. Se trataba en realidad de un voluntario que repartía mascarillas gratis disfrazado de coronavirus; llevaba un disfraz redondo y voluminoso y una corona dorada y reluciente. Don Quijote y Sancho quedaron prendados de lo que ante sus ojos había, y pensaron que una nueva aventura se avecinaba. Se acercaron al hombre disfrazado, y dejaron el tándem de alquiler apoyado en un árbol.
-         - Disculpe vuesa merced por el atrevimiento pero, ¿quién sois?- preguntó don Quijote.
-        -  Quien voy a ser- dijo el repartidor soltando una risilla-, soy el coronavirus, aunque tengo más nombres; COVID-19 con “la” o con “el” delante, ambas formas son correctas.

Don Quijote, que no daba crédito a lo que oía, y sin pensárselo dos veces, cogió un cono de tráfico que había junto a él y lo usó a modo de yelmo, además cogió una rama de árbol que había en el suelo y la usó como una espada, y después de esto lo miró y le dijo:
-       -   Sé que hacer esto puede traerme consecuencias graves más tarde, pero como caballero que fui nombrado, es mi deber acabar con el virus coronado que se aprovecha de sus súbditos para su beneficio, y no hay cosa peor que un rey pueda hacer que esa. Enfrentaos en batalla aquí y ahora con este caballero que desea más que nada liberar a este moderno pueblo de su ruin rey. – dijo don Quijote al tiempo que alzaba la espada ecológica que había improvisado.

Por ventura del pomposo coronavirus, pasó por allí el bachiller, quien estaba desesperado y arrepentido de haberle dado tanta libertad a alguien tan propenso a entrar en batalla contra cualquier injusticia, sea ficticia o no. Llegó este a tiempo, pues le agarró del brazo justo cuando pretendía abatir al repartidor. Sansón Carrasco pidió disculpas, y se inventó que don Quijote era su padre, y que solía comportarse de ese modo de vez en cuando. Finalmente, don Quijote, Sancho y Sansón Carrasco, volvieron al lugar del que partieron, con la mayor de las prudencias por miedo a ser descubiertos, tras enterarse el bachiller del incidente con los policías. Una vez allí sanos y salvos, más o menos, don Quijote le agradeció profundamente aquel increíble regalo, y Sancho se alegró y sorprendió  mucho al ver que no habían recibido paliza alguna como era costumbre.
-          Me pesa no poder contarle nunca a mi Teresa lo que en la era futura sucede- dijo Sancho con cierto pesar-.
-          No te preocupes Sancho, amigo, el valor de las cosas que nos pasan no se calcula cuando las contamos o presumimos de ellas, sino cuando las tenemos en la memoria y en el corazón sin necesidad de decírselo a nadie. Gracias Sansón, sin duda, merece la pena ver algo como lo que hoy nos has mostrado al menos una vez en la vida. Sin más espera, volvamos a casa, que ahora aprecio más lo que tengo en la antigua era, aunque poco se distinguen; porque son igual de hermosas unas veces e igual de injustas otras.
Y así, volvieron a la aldea una vez más, y pasase lo que pasase allí, esta aventura ha quedado por fin donde debería haber estado hace mucho, en la memoria de los lectores.

Fin.


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