Janelle F. Kante Rodríguez- 3º ESO B
Esta carta podría ser enviada a
muchos destinatarios, independientemente de que se trate de un trabajo para
clase de lengua. Podría enviárselo a
cualquier sanitario al que ahora le toca luchar en una guerra sin armadura, al
que le toca ver morir a los que luchan a su lado y a aquellos a los que intenta
salvar. Le toca tener miedo por su familia, por sus amigos, por todos sus seres
queridos, y miedo sí mismo, pues acaba destrozado, agotado física y moralmente,
y se plantea si lo que hace merece la pena; si ese oficio tan vocacional merece
la pena y que si acudir con medios de protección precarios e
insuficientes, conociendo de antemano el
injusto hecho de que si cae alguien será el peón y no la reina, merece la pena.
También, a cualquier integrante de cualquier
fuerza de seguridad al que hoy le toca salir a la calle con escasa protección,
con la dura tarea, sin descanso, de desinfectar todos y cada uno de los
rincones de cada ciudad, junto con el
personal de limpieza, encargado de realizar esta tarea, aunque la mayoría de
veces lo hagan puertas adentro, desempeñando el mismo esfuerzo, añadiéndole el
ver, mientras trabajan, la situación de los hospitales hoy.
Podría
ir dirigida a la policía, que cada día sale a controlar nuestras calles para
evitar la propagación del virus que personas que carecen de empatía y/o sentido
común provocan al incumplir la norma general, hace más de un mes establecida,
de no salir si no es necesario.
Podría destinarla a trabajadores
de servicios esenciales y a los de servicios no esenciales que pronto deberán
volver para que la economía del país no se vea tan gravemente afectada; a los
trabajadores de residencias y a los que las residen, porque me es difícil
imaginar el miedo y la incertidumbre que ahora mismo deben estar sintiendo al
ver que no se actúa correctamente y que se encuentran en peligro; a todos los
que no saben nada sobre un ser querido que se encuentra infectado, lejos, solo,
y sin nadie que lo abrace, que le transmita calma con sus palabras y su
presencia; a todos los que, por desgracia, ya han perdido a alguien y sienten
que no lo han perdido de forma justa, y que esa persona merecía otro tipo de
despedida… Son tantos los que podrán recibir esta carta; eso refleja que esto
es algo de todos, y que solo lograremos pararlo si actuamos todos; no importa
de dónde vengamos, a qué nos dediquemos, ni cómo seamos; lo que importa es cómo
decidamos actuar.
Si esta carta la recibiese mi yo futura, me
gustaría que supiese cuál fue mi papel en este momento que todos vivimos. A mí
me ha tocado quedarme en casa al igual que muchos otros. Llevo más de un mes
sin salir, sin abrazar a mis abuelos, sin reír junto a mis amigos, sin hablar
ni escuchar a mis profesores, sin andar para ir al colegio por las mañanas, y
por lo tanto sin seguir la rutina escolar que llevaba desde hace doce años. Se
hace muy raro, pero a todo se acostumbra una; hay días buenos y otros no tan
buenos, pero cuando piensas que obtendrás la recompensa de que la salud de una
mayoría en tu país y en otros lugares del mundo dejará de estar en juego
gracias a este esfuerzo que hoy nos toca hacer, te sientes más satisfecha, y
paras de pensar en las cosas pequeñas de las que acabas haciendo un mundo. Pero
no solo me ha tocado eso; me ha tocado cuidar de mi familia y de nuestra casa.
También me ha tocado compaginar
eso con el instituto, porque aunque el edificio al que solía ir esté cerrado,
nuestros profesores han hecho posible que sigamos aprendiendo a pesar de las
condiciones telemáticas extraordinarias. No es fácil; nadie dijo que fuese a
serlo. Pero lo podemos hacer más sencillo si colaboramos con los profesores que
creen en una escuela que no se limita a una clase, pupitres o a una pizarra.
Han logrado, en tiempo récord, adaptarse a lo que hoy les toca, y qué menos que
ayudarlos para que todo esto acabe cuanto antes pero que mientras tanto, las
clases sigan en marcha para dejar claro que cuando cooperamos, dejamos de ser
alumnos o profesores y nos convertimos en una comunidad educativa a la que
todos pertenecemos y que ahora más que nunca nos necesita; es decir, nos
necesitamos los unos a los otros para que esto sea posible.
Este 2020 me toca estar confinada, ser hija,
hermana, nieta, estudiante y un eslabón de una cadena a la que pertenece el
mundo que debe ser responsable para lograr salir de esta cuanto antes. Y puede
que este no fuese el mejor momento para
que todo esto ocurriese, pero por eso es algo que nos toca, porque viene sin
avisar y nunca se está preparado como se quiere, pero hemos de saber que a
todos alguna vez nos toca, y cuando eso pasa, debemos saber cómo lo vamos a
afrontar y qué papel vamos a tener.
Ana Frank, por ejemplo, se pasó dos años
escondida en una casa detrás de una fábrica
conviviendo con otras familias, con horarios hasta para abrir los
grifos, con miedo a ser descubierta, con
la misma edad que yo. Donde vivimos no nos persigue nadie, y por eso deberíamos
dejar de quejarnos tanto sin tener que otros viven, entre ellas, las que muchos
de los confinados viven por distintos motivos.
Son tiempos de colaboración, en los que perder
los nervios no nos servirá de nada; cumplir con lo que se nos manda y sacar
nuestro mejor yo son factores cruciales para salir lo más ilesos posible de la
pandemia global del COVID- 19 que hoy nos toca.
ESTE TRABAJO DE REFLEXIÓN HA SIDO HECHO TRAS LA VISUALIZACIÓN DEL SIGUIENTE VIDEO
Invitamos a nuestro alumnado y compañeros docentes a hacernos llegar todo aquello que nos ayude a salir de esta situación siendo mejores personas, mejores ciudadanos y mejores lectores.
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