DON QUIJOTE Y SU HAZAÑA CONTRA EL CORONAVIRUS
Cuenta Cide Hamete Benengeli, que esta nueva historia fue una
de las locuras más grandes de nuestro caballero hidalgo don Quijote. Nuestro
valeroso caballero, un día tranquilo en su humilde aposento, se encontraba
leyendo un magnífico libro de caballería, cuando por un momento, creyó que su
libro se había transformado en un extraño aparato cuadrado con pantalla
táctil, en el que recibía muchísima
información de los lugares de La Mancha. Nuestro hidalgo, al ver tan novedosa y
extraña cosa, fue en busca de su amigo y fiel escudero Sancho Panza, al que
hace partícipe de todas sus aventuras. Y le dijo:
-
Sancho, amigo, no vas a creer lo que en mis manos tengo.
-
¿Un libro, no señor?- dijo Sancho - ¿Qué más podría pensar que no
fuera sino un libro de caballería?
-
Don Quijote respondió – ¡No lo ves de verdad! Sancho, no me hagas
quedar como un loco, que esto que tengo en mis manos es una herramienta
futurista. Me llegan mensajes de noticias de nuestra Mancha, y de algo llamado
Coronavirus.
Sancho al escuchar esto, fue en busca del ilustrado Bachiller
Sansón Carrasco, acompañado de nuestro hidalgo. Sancho le habló de la nueva
locura de Don Quijote y le informó que debían ser partícipes de una nueva y
loca aventura. Nuestro caballero enseñó su supuesto aparato y no paraba de
recitarles la cantidad de noticias, que de ese aparato extraño recibía, en el
que hablaba de una invasión de unos agentes víricos, que formaban parte de un
grupo llamado Coronavirus, que venían a cumplir la misión de destruir el mundo,
empezando por La Mancha. Al oír esto el Bachiller y Sancho, le dijeron, que
para defender a La Mancha y derrotar al Coronavirus debían saber su origen.
-
Sancho, si necesitas saber su origen, yo se lo diré – dijo don
Quijote molesto al ver sus caras de asombro – este grupo procede de los
murciélagos y otro animal llamado pangolín.
-
Pues para combatir al Coronavirus – dijo Sancho – necesitamos a un
licenciado en virología.
-
Don Quijote respondió - ¡Cómo vas a encontrar a un licenciado así!
Al ver la gran verdad que dijo nuestro hidalgo, se pusieron
de acuerdo el Bachiller y Sancho en hacer creer a su amo, que el ilustre
Bachiller, era el licenciado que buscaban para combatir el Coronavirus. Se
pusieron manos a la obra y mientras don Quijote buscaba sus armas, su armadura
y preparaba a su delgado y fiel Rocinante, nuestro caballero convocó al día
siguiente a los dos compañeros de viaje en su nueva hazaña, mientras, Sancho y
el Bachiller ya tenían todo planeado. Al día siguiente, aún de madrugada y con
el Sol saliendo, emprendieron los tres su nuevo cometido, combatir al
Coronavirus. A los pocos minutos de salir, nuestro Bachiller daba de cuando en
cuando bostezos, a lo que don Quijote dijo:
-
Ya habrá tiempo para dormir y descansar, tenemos esta importante
misión, que con esto me proclamaré el mejor caballero andante de la historia,
superando al grandioso Amadís de Gaula.
-
Bueno, a quien madruga, Dios le ayuda – dijo Sancho , aún con el
bostezo en su boca.
-
Pues espero que sea verdad – dijo el Bachiller.
Cuando don Quijote volvió a mirar su “aparato” para ver la
información, Sancho aprovechó la locura de su amo para decirle que el
Bachiller, había pasado mucho tiempo estudiando en la universidad de Salamanca,
para ser un experto virólogo. Así que, cogió el libro de su amo, el cual don
Quijote llamaba herramienta futurista y escribió una nueva información,
diciendo que el mejor virólogo de la época, era Sansón Carrasco, escrito por él
mismo, ya que Sancho no sabía escribir. Entonces el engañado don Quijote dijo:
-
¡Es imposible que mi herramienta me dé esta información y que mi
persona no sepa de esto! – dijo don Quijote.
-
¡No le busque los tres pies al gato! – dijo Sancho – Si lo pone en
la herramienta, será verdad.
-
A lo que don Quijote contestó – Pues empecemos la batalla contra
el Coronavirus, ya tenemos todas las herramientas. Y cuando acabe con él, iré
al Toboso y le contaré a mi amada Dulcinea la gran hazaña de mi batalla contra
el mortal virus.
El Bachiller, dio todas las instrucciones a nuestro hidalgo y
su escudero. Los tres se pusieron una armadura y casco, puesto que el virus se
contagiaba por la saliva y podía ser letal en la persona.
Al día siguiente, después de haber descansado unas horas bajo
la sombra de unas hayas, don Quijote, gritó tan fuertemente que asustó a sus
compañeros de viaje, diciendo así:
-
¡Hay que matar a todos los murciélagos!
-
Sancho, observando a su alrededor, contestó – Son pajarillos
señor, no lo tome en cuenta.
-
Don Quijote, cogió su lanza y dijo - ¡Por la andante caballería y
mi Dulcinea, señora deste cautivo corazón!
Don Quijote aturdió a un pajarillo, que aún piaba, y se
imaginó que le daba la información para la batalla final.
Don Quijote, al contarle la información a su escudero y al
Bachiller, supuesto virólogo, les dijo con voz firme y rearmada:
-
Dichosa edad, y siglo dichoso aquel donde saldrán a la luz las
famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronce, esculpirse en mármoles y
pintarse en tablas para memoria en los futuros.
El Bachiller, dijo que ese virus se contagiaba por saliva,
como anteriormente dijo, y para calmar un poco a nuestro hidalgo de su locura y
que tuviera un poco de cuidado. También causaba los efectos de una alta fiebre,
problemas respiratorios o incluso la muerte. Don Quijote, con hambre de batalla
y haciendo poco caso a estas advertencias, dijo:
-
¡No seas necio mi
Bachiller! ¡Esta batalla la ganaré! Y tumbaré todo lo que haga falta y se
presente ante mí.
-
A ver si va a ser tal batalla, que la justicia busque a vuestra
merced. – Dijo Sancho.
-
¡Calla! – dijo don quijote - ¿Dónde has visto tú, o leído jamás
que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que
hubiese cometido?
-
Bueno, al bien hacer jamás le falta premio. – Dijo Sancho.
Y con estas palabras, los tres continuaron su fantasiosa
aventura, y ya muy cerca de la gran batalla contra el Coronavirus.
Durante este camino, que ya llevaban unos días, encontraron
un pueblo, para descansar en alguna posada, en las afueras. Lo que sucedió fue
que a nuestro valeroso caballero, se le abrieron los ojos como platos, al ver a
los pueblerinos y dijo:
-
¡Están enfermos! Tienen la enfermedad de la que os hablé, no
pueden respirar y se les ve muy mal.
-
Mire bien vuestra merced – respondió Sancho – que aquellos que
usted allí ve, no son enfermos, sino personas pasando el rato y en buen estado.
-
Mira Sancho, te juro – dijo don Quijote – que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo
escudero en el mundo. ¡Son gente mundana atacada por el Coronavirus. ¿No lo
ves, Sancho? ¿Tú tampoco, Bachiller?
Se miraron Sancho y el Bachiller, que aunque estos no veían
la fantasía de don Quijote, le seguirían la corriente, y dijeron:
-
Pues señor – dijo el Bachiller – cierto es que son personas
atacadas por la enfermedad, tenga cuidado que le recuerdo su contagio.
-
¡No podemos perder más tiempo! – dijo don Quijote – hay que acabar
con ellos y no dejar títere con cabeza alguna, que al bien hacer jamás le falta
premio.
Se dirigieron al pueblo, para su gran y ansiada batalla
final, y fue allí donde encontraron el origen del brote, que solo veía don
Quijote. Nuestro valeroso caballero, lleno de grandeza y valor, fue a
investigar, sin dejar rincón alguno por mirar, hasta que dijo:
-
Mirad, allí se encuentran los pangolines, si los exterminamos,
como hicimos con aquellos murciélagos, acabaremos con este virus, y podré
contarle la Hazaña a mi amada y preciosa Dulcinea del Toboso, a la que
bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar a
tan alta señora.
Tanto Sancho como el Bachiller siguieron la locura de su
señor, aunque solo veían simples erizos. Y le dijeron:
-
Señor – dijo el Bachiller – como buen licenciado y buen virólogo
que soy, le exijo, que se ponga mi señor su casco y armadura para ir protegido
y ganar esta grandiosa batalla, en la que se jugará la vida. Y tendrá que
protegerse de esta muy mala enfermedad.
Don Quijote, conforme avanzaba, veía avanzar el ejército de
pangolines hacia él, y vería las
afiladas espadas que llevaban cada uno de los soldados. Aunque en realidad eran
las púas de los mismos erizos. Mientras Sancho y el Bachiller miraban la
batalla, el Bachiller pensó una idea para que esos animales no muriesen, ya que
todo era una fantasía de nuestro noble caballero. Con voz grave nuestro Bachiller dijo:
-
Señor, ya sé que hacer, y no hace falta matar a estos soldados,
sino solo aislarlos y rociarlos con el bálsamo de Fierabrás.
Don Quijote se dirigió galopando con rocinante encomendándose
a Dios y a su amada Dulcinea, y al pisar el caballo un erizo, hizo que nuestro
caballero se cayera y acabara al lado de sus supuestos enemigos, diciendo:
-
¡Acabaré con vosotros sin mi Rocinante!
Y con toda la valentía de un noble caballero, se enfrentó
contra el ejército de supuestos pangolines, con su espada en mano, intentando
no matar a ninguno, para poder aislarlos. Y totalmente cubierto de su armadura,
todo el mundo del pueblo miraba atónito su locura, algunos hasta riéndose y
burlándose de él, ya que veían esta semejante barbaridad. Don Quijote se hizo
un poco de daño, con las púas de los erizos, pero salió victorioso y cubrió, y
roció con éxito a todos los erizos con el bálsamo. Contando después de su gran
hazaña de sus heridas de espada, que aunque fueran heridas producidas por las
púas, para él eran heridas de guerra. Alzó su voz y dijo con espada en mano y
apuntando al cielo:
-
Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis
leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida
regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la
senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato? Podréis contar,
después de ver esta hazaña, todo a mi señora Dulcinea, diciéndole que esta
hazaña, la hizo el gran don Quijote de la Mancha o también conocido como el
caballero de la triste figura.
Sancho y el Bachiller, contentos porque don Quijote había
salido bien de todo esto, solo con algunas heridas de púa, volvieron a casa
para que el Bachiller siguiera con su vida y nuestro caballero y su escudero,
siguieran sus grandes aventuras. Antes de dejar al Bachiller, don Quijote quiso
agradecer su ayuda, a lo que Sancho dijo:
-
Es de bien nacido, ser agradecido.
-
A lo que don Quijote contestó – así es, mi fiel escudero, razón
llevas.
Nuestro noble don Quijote, se dio por mejor caballero andante
superando a muchos otros, y siguió junto a su amigo y fiel escudero a la espera
de futuras aventuras por su preciosa y
amada Mancha.
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