NUEVO CAPÍTULO DE LA OBRA
nacido de la pluma de Julia Bermejo Benítez de 3º ESO
“Donde se cuenta la aventura de las toses
coronavirulescas y de cómo
don Quijote descubrió el
origen del COVID-19”
Tres
días después de que el coronavirus hubiera llegado a Italia y toda Europa
hubiese empezado a correr peligro, se encontraba don Quijote sentado en un
sillón de su casa con el móvil, leyendo las conversaciones de un grupo de
WhatsApp que tenían todos los vecinos del pueblo. Estaba confuso, cada uno
opinaba diferente acerca de este virus y su origen, y le empezaba a doler la
cabeza de tantos mensajes que recibía, así que decidió llamar a su escudero
para invitarle a desayunar en su casa. Como sabía que iba a venir en un
santiamén porque Sancho no es de las personas que tarda mucho en aparecer
cuando se trata de comida, le pidió al ama que lo vistiera rápido y apenas
había terminado de poner la mesa cuando empezaron a llamar a la puerta. Salió
don Quijote y dijo:
-¡Amigo
Sancho! Pasa, pasa, pero nada de abrazos por si acaso… Bueno supongo que te
habrás enterado de todo lo que está pasando.
-Difícil
es no enterarse con la cantidad de mensajes que empiezan a mandar a las tres de
la mañana por el grupo del vecindario. ¿Quién crees que se acerca más al
verdadero origen, el cura o el barbero?
-Sinceramente
no los he leído porque me causan un mareo terrible. Dime de qué trata cada punto de vista.
-Pues
verás, maese Nicolás cree que empezó alguien que se comió un animal, que
habría cogido algo en la naturaleza, sin hacerle una revisión médica primero; y
el cura está convencido de que los aviones han empezado a soltar productos cómicos que provocan la aparición del
virus en las personas y que todo lo del contagio no existe, sino que en algunos
se manifiesta primero y en otros un poco más tarde.
-”Químicos”
Sancho, no "cómicos"- lo corrigió don Quijote con desesperación al ver que nunca
aprendería- Y personalmente pienso que ninguno de los dos lleva la razón pues
llevamos comiendo animales así desde el inicio de los tiempos y los aviones
vuelan muy alto, es imposible que esas sustancias lleguen hasta aquí. Sin
embargo, nuestro viejo amigo el duque me envió una noticia que me resultó de lo
más interesante… En ella se explicaba la posibilidad de que unos seres
extraterrestres nos hubieran enviado el virus para ver cómo reaccionamos ante
este y si podemos combatirlo o no, porque muchos piensan que todos los que en
la Tierra habitamos somos un experimento para otros planetas… Pero lo que más
está triunfando en las redes sociales sin duda es la idea de que es un arma
biológica que se ha creado para acabar con una gran parte de la población...
-A
mí señor no me hable de esas creencias suyas que esta noche no duermo, y no
creo que sea por los mensajes que nos manden en la madrugada.
-Calla
Sancho que ante tiempos de ignorancia todo se considera posible, no debemos
descartar ninguna opción, por muy absurda y remota que parezca, aunque eso nos
suponga enfrentarnos a una infodemia. He pensado en ir a visitar a un vecino
que se mudó hace poco y vive no muy lejos de aquí, es un sabio biólogo que nos
puede ayudar a obtener más información sobre el virus.
Terminaron
con toda la comida que había en la mesa y se dirigieron a la casa de ese señor,
quien les recibió con mucha cortesía:
-¿A
qué se debe esta agradable, aunque inesperada visita?
-Verás
Sansón, este que me acompaña es mi fiel escudero Sancho.- Cosa que ya sabía el
biólogo porque había leído la primera parte de la novela y estaba al tanto de
la locura de su vecino- Veníamos porque queríamos preguntarle algunas dudas
acerca del coronavirus y sé por tu oficio que nos las sabrás responder
abiertamente.
Estuvieron
charlando sobre esto durante toda la mañana, el biólogo les explicó los
síntomas y las precauciones que debían tomar, pero no pudo contestar con toda
seguridad cuando le preguntaron acerca del origen, cosa que disgustó mucho
tanto a don Quijote como a Sancho y no les quedó más remedio que irse. Durante
el camino a casa del hidalgo, la cabeza de este no paraba de pensar y empezó a
preocuparse por su Dulcinea, así que le propuso a Sancho una nueva aventura:
-Hace
unos días, Sancho, oí hablar de una reunión que tendrá lugar en un hermoso
palacio dentro de unas semanas, a la que asistirán las más bellas damas del
mundo, y no dudo que mi fermosísima señora Dulcinea del Toboso estará allí.
Estoy impaciente por ver cómo deja en ridículo a las otras con su belleza, pero
no permitiré que vaya sin una mascarilla ni sin desinfectante de manos, pues lo
más importante es su salud.
-Tienes
razón, siempre es mejor prevenir que curar, pero no entiendo qué es lo que
quiere decir- dijo Sancho, que no sabía qué era lo que le estaba insinuando su
amo.
-A
lo que me refiero es que debemos ir al Toboso y llevarle una mascarilla y un
gel desinfectante para que la dueña de mi alma y cuerpo esté a salvo y libre de
COVID-19. Además, ya no es una fea aldeana, puesto que te diste los tres mil
azotes como me prometiste… Y esta vez iremos de día para que puedas distinguir
su casa, aquella que debe oler como rosas y ser tan grande como un castillo.
-¡Pero
señor se ha vuelto loco! ¿Cree que debemos salir de nuestra aldea en plena epidermis de coronavirus? ¿Es que no ha
escuchado hablar a Sansón Carrasco? Vuestra merced pertenece a las personas de
riesgo y no permitiré que le pase nada- exclamó Sancho nervioso, quien había
mentido a su señor sobre los azotes y quien no quería enfrentarse de nuevo al
problema de buscar la casa de Dulcinea.
-¡Traidor
despreciable, animal rastrero! ¡Cómo te atreves a llamarme de esta manera!
Puede que ya tenga mis años, pero como flor innata de la caballería que soy me
mantengo en perfecto estado y si no se ha atrevido a enfrentarse un gigante
contra mí no lo hará un microorganismo. Y aunque lo hiciese, te aseguro que
saldría más malparado que el rey Abies de Irlanda cuando Amadís de Gaula lo
derrotó. Además, se dice “epidemia” no epidermis. Dulcinea del Toboso es todo
mi mundo, incluyendo mi salud, así que si tanto te importa mi bienestar te
debería importar mucho más el de ella.- Contestó don Quijote alborotado, lo que
hizo que Sancho se disculpara y aceptara ir con su amo, cosa que contentó mucho
más a nuestro caballero.
Acordaron
salir al día siguiente por la madrugada temprano sin que nadie los viese y
prepararon muy bien las alforjas del asno de Sancho con comida y desinfectante de sobra y metieron además unas
mascarillas de repuesto, aparte de la de Dulcinea. Tenían más medios de
transporte para ir de una aldea a otra, pero ellos ya se habían acostumbrado a
viajar sobre Rocinante y el asno durante sus anteriores intrépidas aventuras,
así que finalmente optaron por viajar de la misma manera. Por el camino don
Quijote le contó a su escudero que no sólo se conformaba con proteger a
Dulcinea del virus, sino que quería descubrir cuál era el origen de este.
-Debes
saber, Sancho, que esto del origen del coronavirus me tiene muy preocupado…
Necesito saber cómo empezó todo, quizás eso ayude a los científicos a encontrar
la cura, y mi altísima señora no correría ningún peligro. He decidido que nada
más dejar el Toboso atrás iremos en busca del inicio del virus, aunque eso
suponga ir a China, donde los expertos dicen que se registraron las primeras
víctimas.
-Espero
que eso no nos lleve mucho tiempo ni muy lejos, porque si en algún momento nos
infectamos quiero estar en mi casa con mi mujer, que Teresa hace una sopa
magnífica cuando alguno de nosotros enfermamos, y eso no suele ocurrir mucho
porque los Panzas somos tan fuertes como leones.
Estaban
en estas pláticas cuando divisaron un grupo de gente, concretamente cuatro
hombres y tres mujeres montados en burros, que venían por el mismo sendero que
ellos pero en dirección contraria, y justamente al pasar por al lado suya
empezaron a toser. En este punto de la historia aclara Cide Hamete Benengeli
que no eran de estas toses disimuladas y que se tapan con la mano, dice que si
hubieran tenido a un elefante delante, lo habrían desplazado diez metros con
una sola tos. Sancho intentó pasar rápido por precaución, y cuando creyó que ya
se había alejado lo suficientemente como para poder quejarse con su amo,
comenzó a escuchar unos gritos y mucho jaleo a sus espaldas.
Estos
chillidos provenían de las personas que se habían topado con ellos y habían
empezado a toser bruscamente, pues don Quijote estaba echándoles desinfectante
en la cara, en la boca, en las manos, en los ojos…
-¡A
ver si la próxima vez aprendéis a taparos la boca con el codo cuando vuestras
mercedes quieran toser!- exclamaba don Quijote dándoles una lección a esos
descarados.
Así
estaba nuestro caballero andante hasta que un burro se cansó de tanto desinfectante
y tanto griterío y le dio una coz al hidalgo, quien salió disparado por los
aires hasta acabar en el mismo lugar donde se encontraba su escudero. Los demás
siguieron su camino y Sancho bajó inmediatamente de su burro para ver cómo se
encontraba su señor, que se desmayó durante tres minutos, tiempo en el que Sancho
estuvo gritando y pidiendo ayuda y en el que se puso a llorar pensando que
hasta ahí había llegado la vida de don Quijote:
-¡Mi
amo, mi señor, mi rey, mi todo, no se me vaya aquí! ¡Mire todo el rato hacia la
luz! ¡Oh, Dios mío, no dejes que El Caballero de la Triste Figura se nos vaya
tan pronto, pues él nos salvará del coronavirus y de los males que en la Tierra
nos acechen!- decía Sancho mientras lloraba desconsoladamente.
-¿Sancho?
¿Amigo mío? ¿Estás ahí?- preguntaba don Quijote mareado.
-Aquí
estoy mi señor, ¡gracias a Dios que estás vivo!
-Sancho
me acaba de pasar algo verdaderamente increíble.
-Si
se refiere a la coz que le ha dado ese burro ya lo creo, lo he visto con mis
propios ojos.
-No,
no me refiero a eso, sino a lo que me ha pasado en el tiempo que he estado
inconsciente. ¡He descubierto cuál es el origen del COVID-19! Escucha
atentamente Sancho, porque por muy difícil que te cueste creerlo, es la
realidad y espero que esta vez me creas y no oses burlarte de mí como lo
hiciste tras la aventura de la cueva de Montesinos.- Al decir esto don Quijote,
su escudero lo recordó y se le escapó una risita, pero la disimuló muy bien
porque no quería tener problemas con su amo y estaba impaciente por escuchar lo
que le había ocurrido- El sueño tenía lugar en una pradera enorme que tenía
justo al lado un gran lago. De repente, empezaron a aparecer bolas verdes con
muchas patas, como las que aparecen en los botes de gel desinfectante, que
tenían el tamaño de una gallina y estaban por los aires flotando. Pero luego,
vino una mucho más grande, del tamaño de una iglesia, y empezó a hablarme. Me
contó que eran los virus del coronavirus y que habían sido creados por un sabio
encantador que me persigue y que está infectando a todo aquel que tenga el más
mínimo deseo de ser caballero andante y de ir por la vida en busca de
aventuras. Así pues, le pregunté por qué yo todavía no sufría ningún síntoma si
yo era la persona en el universo que más afán tenía por cumplir con las leyes
de la caballería andante, a lo que el microorganismo convertido en
macroorganismo me contestó que mis ganas estaban luchando con el hechizo
constantemente porque si me rendía, el mundo correría un grave peligro al no
tener tal caballero como yo.
-¿Está
seguro que todo lo que me está contando es verdad? Porque como usted mismo ha
dicho ha sido todo un sueño...
-¡Completamente
seguro Sancho! Aunque todo haya pasado en mi conciencia estoy convencido de que
ese es el motivo, ¿o es que me estás diciendo que no tiene sentido?
-No
señor, no señor, como vuestra merced dijo antes de partir, no hay que descartar
ninguna opción… Y aunque del dicho al hecho hay mucho trecho, usted pocas veces
me ha mentido así que le creo. ¿Le dijo la bola cómo se llamaba el encantador
que lo persigue y qué debíamos hacer ahora?
-Ahora
que lo recuerdo sí… Dijo un nombre algo extraño como Tortillín el Patatudo,
pero no me dijo nada que debiese hacer cuando me despertase, por lo tanto yo
creo que deberíamos reanudar el camino hacia El Toboso.
-Pero
señor, ¿no cree que deberíamos volver y contarle todo lo sucedido al biólogo?
Es decir, si nos vamos ya rápidamente, quizás él se ponga en contacto con sus
colegas y encuentren una cura para el coronavirus, y así Dulcinea no tendría
que ponerse mascarilla tapando la mitad de su hermosa cara- sugirió Sancho
intentando escaquearse de tener que inventar otra excusa cuando llegaran a la
aldea de Aldonza Lorenzo.
-¡Por
fin dices algo sensato, hijo mío! Tienes toda la razón, no hay más tiempo que
perder- contestó don Quijote levantándose rápidamente y subiéndose a Rocinante.
-Pues
sí, vamos rápido que, el tiempo y la marea, ni se paran, ni se esperan.
Unas
horas más tarde, cuando ya estaba oscureciendo, llegaron a la aldea y fueron a
la casa de Sansón Carrasco, quien les volvió a recibir y escuchó atentamente
los sucesos intentando no reírse en las partes en las que don Quijote contó la
coz que recibió y la literalmente
increíble historia de los virus. Cuando terminó el biólogo le explicó que era
científicamente imposible que los gérmenes y bacterias hablasen y que ese no
podía ser el origen del coronavirus. Y por último, don Quijote le dijo a Sancho
hablando de camino a su casa que en la caballería andante las ciencias como la
física y la química o la biología no existen, y que si lo que había soñado no
había sido real, seguramente habría sido una artimaña de Tortillín el Patatudo
que le querría hacer quedar como un tonto delante de Sansón Carrasco. Su escudero
le dio la razón y ambos volvieron a sus hogares limpios y sanos sin rastro de
coronavirus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No des datos personales. Identifícate con tus iniciales y añade aquí tu comentario.