9 de junio de 2020

Fase 3 : CERVANTINA 2



  NUEVO CAPÍTULO DE LA OBRA

nacido de la pluma de Julia Bermejo Benítez de 3º ESO
   

“Donde se cuenta la aventura de las toses coronavirulescas y de cómo
                  don Quijote descubrió el origen del COVID-19”

         Tres días después de que el coronavirus hubiera llegado a Italia y toda Europa hubiese empezado a correr peligro, se encontraba don Quijote sentado en un sillón de su casa con el móvil, leyendo las conversaciones de un grupo de WhatsApp que tenían todos los vecinos del pueblo. Estaba confuso, cada uno opinaba diferente acerca de este virus y su origen, y le empezaba a doler la cabeza de tantos mensajes que recibía, así que decidió llamar a su escudero para invitarle a desayunar en su casa. Como sabía que iba a venir en un santiamén porque Sancho no es de las personas que tarda mucho en aparecer cuando se trata de comida, le pidió al ama que lo vistiera rápido y apenas había terminado de poner la mesa cuando empezaron a llamar a la puerta. Salió don Quijote y dijo:

-¡Amigo Sancho! Pasa, pasa, pero nada de abrazos por si acaso… Bueno supongo que te habrás enterado de todo lo que está pasando.
-Difícil es no enterarse con la cantidad de mensajes que empiezan a mandar a las tres de la mañana por el grupo del vecindario. ¿Quién crees que se acerca más al verdadero origen, el cura o el barbero?
-Sinceramente no los he leído porque me causan un mareo terrible. Dime de qué  trata cada punto de vista.
-Pues verás,  maese Nicolás cree que empezó alguien que se comió un animal, que habría cogido algo en la naturaleza, sin hacerle una revisión médica primero; y el cura está convencido de que los aviones han empezado a soltar productos cómicos que provocan la aparición del virus en las personas y que todo lo del contagio no existe, sino que en algunos se manifiesta primero y en otros un poco más tarde.
-”Químicos” Sancho, no "cómicos"- lo corrigió don Quijote con desesperación al ver que nunca aprendería- Y personalmente pienso que ninguno de los dos lleva la razón pues llevamos comiendo animales así desde el inicio de los tiempos y los aviones vuelan muy alto, es imposible que esas sustancias lleguen hasta aquí. Sin embargo, nuestro viejo amigo el duque me envió una noticia que me resultó de lo más interesante… En ella se explicaba la posibilidad de que unos seres extraterrestres nos hubieran enviado el virus para ver cómo reaccionamos ante este y si podemos combatirlo o no, porque muchos piensan que todos los que en la Tierra habitamos somos un experimento para otros planetas… Pero lo que más está triunfando en las redes sociales sin duda es la idea de que es un arma biológica que se ha creado para acabar con una gran parte de la población...
-A mí señor no me hable de esas creencias suyas que esta noche no duermo, y no creo que sea por los mensajes que nos manden en la madrugada.
-Calla Sancho que ante tiempos de ignorancia todo se considera posible, no debemos descartar ninguna opción, por muy absurda y remota que parezca, aunque eso nos suponga enfrentarnos a una infodemia. He pensado en ir a visitar a un vecino que se mudó hace poco y vive no muy lejos de aquí, es un sabio biólogo que nos puede ayudar a obtener más información sobre el virus.

    Terminaron con toda la comida que había en la mesa y se dirigieron a la casa de ese señor, quien les recibió con mucha cortesía:
-¿A qué se debe esta agradable, aunque inesperada visita?
-Verás Sansón, este que me acompaña es mi fiel escudero Sancho.- Cosa que ya sabía el biólogo porque había leído la primera parte de la novela y estaba al tanto de la locura de su vecino- Veníamos porque queríamos preguntarle algunas dudas acerca del coronavirus y sé por tu oficio que nos las sabrás responder abiertamente.
   Estuvieron charlando sobre esto durante toda la mañana, el biólogo les explicó los síntomas y las precauciones que debían tomar, pero no pudo contestar con toda seguridad cuando le preguntaron acerca del origen, cosa que disgustó mucho tanto a don Quijote como a Sancho y no les quedó más remedio que irse. Durante el camino a casa del hidalgo, la cabeza de este no paraba de pensar y empezó a preocuparse por su Dulcinea, así que le propuso a Sancho una nueva aventura:
-Hace unos días, Sancho, oí hablar de una reunión que tendrá lugar en un hermoso palacio dentro de unas semanas, a la que asistirán las más bellas damas del mundo, y no dudo que mi fermosísima señora Dulcinea del Toboso estará allí. Estoy impaciente por ver cómo deja en ridículo a las otras con su belleza, pero no permitiré que vaya sin una mascarilla ni sin desinfectante de manos, pues lo más importante es su salud.
-Tienes razón, siempre es mejor prevenir que curar, pero no entiendo qué es lo que quiere decir- dijo Sancho, que no sabía qué era lo que le estaba insinuando su amo.
-A lo que me refiero es que debemos ir al Toboso y llevarle una mascarilla y un gel desinfectante para que la dueña de mi alma y cuerpo esté a salvo y libre de COVID-19. Además, ya no es una fea aldeana, puesto que te diste los tres mil azotes como me prometiste… Y esta vez iremos de día para que puedas distinguir su casa, aquella que debe oler como rosas y ser tan grande como un castillo.
-¡Pero señor se ha vuelto loco! ¿Cree que debemos salir de nuestra aldea en plena epidermis de coronavirus? ¿Es que no ha escuchado hablar a Sansón Carrasco? Vuestra merced pertenece a las personas de riesgo y no permitiré que le pase nada- exclamó Sancho nervioso, quien había mentido a su señor sobre los azotes y quien no quería enfrentarse de nuevo al problema de buscar la casa de Dulcinea.
-¡Traidor despreciable, animal rastrero! ¡Cómo te atreves a llamarme de esta manera! Puede que ya tenga mis años, pero como flor innata de la caballería que soy me mantengo en perfecto estado y si no se ha atrevido a enfrentarse un gigante contra mí no lo hará un microorganismo. Y aunque lo hiciese, te aseguro que saldría más malparado que el rey Abies de Irlanda cuando Amadís de Gaula lo derrotó. Además, se dice “epidemia” no epidermis. Dulcinea del Toboso es todo mi mundo, incluyendo mi salud, así que si tanto te importa mi bienestar te debería importar mucho más el de ella.- Contestó don Quijote alborotado, lo que hizo que Sancho se disculpara y aceptara ir con su amo, cosa que contentó mucho más a nuestro caballero.

   Acordaron salir al día siguiente por la madrugada temprano sin que nadie los viese y prepararon muy bien las alforjas del asno de Sancho con comida y  desinfectante de sobra y metieron además unas mascarillas de repuesto, aparte de la de Dulcinea. Tenían más medios de transporte para ir de una aldea a otra, pero ellos ya se habían acostumbrado a viajar sobre Rocinante y el asno durante sus anteriores intrépidas aventuras, así que finalmente optaron por viajar de la misma manera. Por el camino don Quijote le contó a su escudero que no sólo se conformaba con proteger a Dulcinea del virus, sino que quería descubrir cuál era el origen de este. 

-Debes saber, Sancho, que esto del origen del coronavirus me tiene muy preocupado… Necesito saber cómo empezó todo, quizás eso ayude a los científicos a encontrar la cura, y mi altísima señora no correría ningún peligro. He decidido que nada más dejar el Toboso atrás iremos en busca del inicio del virus, aunque eso suponga ir a China, donde los expertos dicen que se registraron las primeras víctimas.
-Espero que eso no nos lleve mucho tiempo ni muy lejos, porque si en algún momento nos infectamos quiero estar en mi casa con mi mujer, que Teresa hace una sopa magnífica cuando alguno de nosotros enfermamos, y eso no suele ocurrir mucho porque los Panzas somos tan fuertes como leones.

Estaban en estas pláticas cuando divisaron un grupo de gente, concretamente cuatro hombres y tres mujeres montados en burros, que venían por el mismo sendero que ellos pero en dirección contraria, y justamente al pasar por al lado suya empezaron a toser. En este punto de la historia aclara Cide Hamete Benengeli que no eran de estas toses disimuladas y que se tapan con la mano, dice que si hubieran tenido a un elefante delante, lo habrían desplazado diez metros con una sola tos. Sancho intentó pasar rápido por precaución, y cuando creyó que ya se había alejado lo suficientemente como para poder quejarse con su amo, comenzó a escuchar unos gritos y mucho jaleo a sus espaldas.

   Estos chillidos provenían de las personas que se habían topado con ellos y habían empezado a toser bruscamente, pues don Quijote estaba echándoles desinfectante en la cara, en la boca, en las manos, en los ojos…
-¡A ver si la próxima vez aprendéis a taparos la boca con el codo cuando vuestras mercedes quieran toser!- exclamaba don Quijote dándoles una lección a esos descarados.
Así estaba nuestro caballero andante hasta que un burro se cansó de tanto desinfectante y tanto griterío y le dio una coz al hidalgo, quien salió disparado por los aires hasta acabar en el mismo lugar donde se encontraba su escudero. Los demás siguieron su camino y Sancho bajó inmediatamente de su burro para ver cómo se encontraba su señor, que se desmayó durante tres minutos, tiempo en el que Sancho estuvo gritando y pidiendo ayuda y en el que se puso a llorar pensando que hasta ahí había llegado la vida de don Quijote:
-¡Mi amo, mi señor, mi rey, mi todo, no se me vaya aquí! ¡Mire todo el rato hacia la luz! ¡Oh, Dios mío, no dejes que El Caballero de la Triste Figura se nos vaya tan pronto, pues él nos salvará del coronavirus y de los males que en la Tierra nos acechen!- decía Sancho mientras lloraba desconsoladamente.
-¿Sancho? ¿Amigo mío? ¿Estás ahí?- preguntaba don Quijote mareado.
-Aquí estoy mi señor, ¡gracias a Dios que estás vivo!
-Sancho me acaba de pasar algo verdaderamente increíble.
-Si se refiere a la coz que le ha dado ese burro ya lo creo, lo he visto con mis propios ojos.
-No, no me refiero a eso, sino a lo que me ha pasado en el tiempo que he estado inconsciente. ¡He descubierto cuál es el origen del COVID-19! Escucha atentamente Sancho, porque por muy difícil que te cueste creerlo, es la realidad y espero que esta vez me creas y no oses burlarte de mí como lo hiciste tras la aventura de la cueva de Montesinos.- Al decir esto don Quijote, su escudero lo recordó y se le escapó una risita, pero la disimuló muy bien porque no quería tener problemas con su amo y estaba impaciente por escuchar lo que le había ocurrido- El sueño tenía lugar en una pradera enorme que tenía justo al lado un gran lago. De repente, empezaron a aparecer bolas verdes con muchas patas, como las que aparecen en los botes de gel desinfectante, que tenían el tamaño de una gallina y estaban por los aires flotando. Pero luego, vino una mucho más grande, del tamaño de una iglesia, y empezó a hablarme. Me contó que eran los virus del coronavirus y que habían sido creados por un sabio encantador que me persigue y que está infectando a todo aquel que tenga el más mínimo deseo de ser caballero andante y de ir por la vida en busca de aventuras. Así pues, le pregunté por qué yo todavía no sufría ningún síntoma si yo era la persona en el universo que más afán tenía por cumplir con las leyes de la caballería andante, a lo que el microorganismo convertido en macroorganismo me contestó que mis ganas estaban luchando con el hechizo constantemente porque si me rendía, el mundo correría un grave peligro al no tener tal caballero como yo.

-¿Está seguro que todo lo que me está contando es verdad? Porque como usted mismo ha dicho ha sido todo un sueño...
-¡Completamente seguro Sancho! Aunque todo haya pasado en mi conciencia estoy convencido de que ese es el motivo, ¿o es que me estás diciendo que no tiene sentido?
-No señor, no señor, como vuestra merced dijo antes de partir, no hay que descartar ninguna opción… Y aunque del dicho al hecho hay mucho trecho, usted pocas veces me ha mentido así que le creo. ¿Le dijo la bola cómo se llamaba el encantador que lo persigue y qué debíamos hacer ahora?
-Ahora que lo recuerdo sí… Dijo un nombre algo extraño como Tortillín el Patatudo, pero no me dijo nada que debiese hacer cuando me despertase, por lo tanto yo creo que deberíamos reanudar el camino hacia El Toboso.                                                                        
-Pero señor, ¿no cree que deberíamos volver y contarle todo lo sucedido al biólogo? Es decir, si nos vamos ya rápidamente, quizás él se ponga en contacto con sus colegas y encuentren una cura para el coronavirus, y así Dulcinea no tendría que ponerse mascarilla tapando la mitad de su hermosa cara- sugirió Sancho intentando escaquearse de tener que inventar otra excusa cuando llegaran a la aldea de Aldonza Lorenzo.
-¡Por fin dices algo sensato, hijo mío! Tienes toda la razón, no hay más tiempo que perder- contestó don Quijote levantándose rápidamente y subiéndose a Rocinante.
-Pues sí, vamos rápido que, el tiempo y la marea, ni se paran, ni se esperan.

   Unas horas más tarde, cuando ya estaba oscureciendo, llegaron a la aldea y fueron a la casa de Sansón Carrasco, quien les volvió a recibir y escuchó atentamente los sucesos intentando no reírse en las partes en las que don Quijote contó la coz que recibió y la  literalmente increíble historia de los virus. Cuando terminó el biólogo le explicó que era científicamente imposible que los gérmenes y bacterias hablasen y que ese no podía ser el origen del coronavirus. Y por último, don Quijote le dijo a Sancho hablando de camino a su casa que en la caballería andante las ciencias como la física y la química o la biología no existen, y que si lo que había soñado no había sido real, seguramente habría sido una artimaña de Tortillín el Patatudo que le querría hacer quedar como un tonto delante de Sansón Carrasco. Su escudero le dio la razón y ambos volvieron a sus hogares limpios y sanos sin rastro de coronavirus.

                


No hay comentarios:

Publicar un comentario

No des datos personales. Identifícate con tus iniciales y añade aquí tu comentario.